Los estadounidenses respiraron aliviados horas después de la llegada del año nuevo cuando el Senado y la Cámara de Representantes lograron concretar un acuerdo que durante meses no habían podido conseguir, para evitar una subida de impuestos llamada a afectar principalmente a la clase media.
Las dilaciones que retrasaron la adopción del acuerdo pusieron de relieve una vez más lo difícil que viene resultando en los últimos tiempos a demócratas y republicanos encarar los grandes retos del país y dar una solución bipartidista al déficit fiscal de EE.UU. y a los problemas de fondo de su economía.
Cierto que por primer vez en veinte años las familias ricas con ingresos superiores a los $450 mil dólares anuales pagarán impuestos más altos, aunque no como el presidente Barack Obama pedía que fuese: a las que ganan más de $250 mil, una promesa de su campaña electoral. Pero tampoco sus adversarios republicanos lograron todo lo que querían.
Aunque el acuerdo convirtió en permanentes exenciones fiscales para la clase media heredadas del gobierno del presidente George W. Bush y prorrogó el subsidio por desempleo que beneficia a dos millones de estadounidenses, la subida de gravámenes a alrededor del 0,6 por ciento de la población aportará al fisco ingresos muy inferiores comparados con lo que la Oficina de Presupuesto del Congreso estima que crecerá el déficit la próxima década.
En virtud del acuerdo sobre el ”abismo fiscal” los legisladores decidieron además aplazar la decisión acerca de cómo distribuirán más de $110 mil millones de dólares en recortes de gastos públicos como la asistencia a jubilados e incluso varias partidas del presupuesto del Departamento de Defensa.
De modo que a dos meses vista, demócratas y republicanos tendrán de nuevo ante sí los mismos desafíos que desde hace rato vienen arrastrándose sin solución definitiva y se encontrarán ante la disyuntiva de adoptar una drástica rebaja de las prestaciones sociales o volver a elevar el límite de endeudamiento del país.
La trampa en la que se hallan atrapados ambos partidos no ha variado. Los demócratas no quisieran reducir ni un dólar a gastos gubernamentales como los relacionados con los beneficios por desempleo y las subvenciones al Medicare (seguro de salud pública para los mayores de 65 años). Y los republicanos no quieren afectar, entre otros, el presupuesto del Pentágono.
Las negociaciones para llegar a un consenso de cómo cortar, cuánto, dónde sí y dónde no, podrían convertirse en la repetición de un proceso que en el pasado ya fue agónico y decepcionante. En la situación actual todos reconocen que la única salida es un pacto presupuestario que resuelva a largo plazo la reducción del déficit y la deuda, lo que exigiría concesiones políticas de ambos partidos que hasta ahora no han estado dispuestos a hacer.
Para elevar las incertidumbres, EE.UU. acaba de alcanzar el tope de $16,4 billones de dólares fijado como “techo” de su deuda, y aunque tendrá dos meses más para seguir pagando a tiempo sus obligaciones, no existe todavía la certeza de que los republicanos vayan a aceptar elevar ese límite sin obtener a cambio fuertes rebajas en el gasto público.
Los peligros económicos que enfrenta EE.UU. siguen siendo tan peliagudos que la agencia Standard & Poor's decidió mantener la rebaja que hizo en agosto pasado de su calificación crediticia a AA+ con tendencia negativa porque no considera que el acuerdo sobre el “abismo” vaya a mejorar la situación fiscal del país, y al igual que el año pasado la salud política y legislativa estadounidense “se ha vuelto menos predecible y estable”.
Las dilaciones que retrasaron la adopción del acuerdo pusieron de relieve una vez más lo difícil que viene resultando en los últimos tiempos a demócratas y republicanos encarar los grandes retos del país y dar una solución bipartidista al déficit fiscal de EE.UU. y a los problemas de fondo de su economía.
Cierto que por primer vez en veinte años las familias ricas con ingresos superiores a los $450 mil dólares anuales pagarán impuestos más altos, aunque no como el presidente Barack Obama pedía que fuese: a las que ganan más de $250 mil, una promesa de su campaña electoral. Pero tampoco sus adversarios republicanos lograron todo lo que querían.
Aunque el acuerdo convirtió en permanentes exenciones fiscales para la clase media heredadas del gobierno del presidente George W. Bush y prorrogó el subsidio por desempleo que beneficia a dos millones de estadounidenses, la subida de gravámenes a alrededor del 0,6 por ciento de la población aportará al fisco ingresos muy inferiores comparados con lo que la Oficina de Presupuesto del Congreso estima que crecerá el déficit la próxima década.
En virtud del acuerdo sobre el ”abismo fiscal” los legisladores decidieron además aplazar la decisión acerca de cómo distribuirán más de $110 mil millones de dólares en recortes de gastos públicos como la asistencia a jubilados e incluso varias partidas del presupuesto del Departamento de Defensa.
De modo que a dos meses vista, demócratas y republicanos tendrán de nuevo ante sí los mismos desafíos que desde hace rato vienen arrastrándose sin solución definitiva y se encontrarán ante la disyuntiva de adoptar una drástica rebaja de las prestaciones sociales o volver a elevar el límite de endeudamiento del país.
La trampa en la que se hallan atrapados ambos partidos no ha variado. Los demócratas no quisieran reducir ni un dólar a gastos gubernamentales como los relacionados con los beneficios por desempleo y las subvenciones al Medicare (seguro de salud pública para los mayores de 65 años). Y los republicanos no quieren afectar, entre otros, el presupuesto del Pentágono.
Las negociaciones para llegar a un consenso de cómo cortar, cuánto, dónde sí y dónde no, podrían convertirse en la repetición de un proceso que en el pasado ya fue agónico y decepcionante. En la situación actual todos reconocen que la única salida es un pacto presupuestario que resuelva a largo plazo la reducción del déficit y la deuda, lo que exigiría concesiones políticas de ambos partidos que hasta ahora no han estado dispuestos a hacer.
Para elevar las incertidumbres, EE.UU. acaba de alcanzar el tope de $16,4 billones de dólares fijado como “techo” de su deuda, y aunque tendrá dos meses más para seguir pagando a tiempo sus obligaciones, no existe todavía la certeza de que los republicanos vayan a aceptar elevar ese límite sin obtener a cambio fuertes rebajas en el gasto público.
Los peligros económicos que enfrenta EE.UU. siguen siendo tan peliagudos que la agencia Standard & Poor's decidió mantener la rebaja que hizo en agosto pasado de su calificación crediticia a AA+ con tendencia negativa porque no considera que el acuerdo sobre el “abismo” vaya a mejorar la situación fiscal del país, y al igual que el año pasado la salud política y legislativa estadounidense “se ha vuelto menos predecible y estable”.