Mientras el mundo cruzaba la semana pasada el espantoso umbral de más de 15 millones de muertes por COVID-19, incluidos casi un millón en Estados Unidos, familias afectadas e investigadores estadounidenses hacen una evaluación de los avances y retrocesos vividos en los últimos dos años.
Las hermanas Katherine y Jennifer Guzmán recuerdan que al inicio de la pandemia, en septiembre de 2020, sufrieron la pérdida de dos miembros de su familia a causa del COVID-19: su madre y el esposo de ella.
Ambos les dejaron una herencia poco convencional.
“Perdimos a nuestra madre y a su esposo por el COVID-19, pero ganamos dos angelitos que mi mamá adoptó y queremos seguir criándolos juntas como un equipo”, explicó Katherine Guzmán, en referencia sus hermanastros -un niño y una niña- adoptados por su progenitora antes de fallecer.
La historia de ests hermanas se repite una y otra vez con diferentes protagonistas. Sus padres se suman a la estadística que acerca cada vez más a EEUU al nefasto número de un millón de muertos a causa del coronavirus.
Investigadores de salud estadounidenses, en conversación con la Voz de América, analizaron en retrospectiva los últimos dos años, respondiendo a interrogantes como dónde estamos tres años después, quiénes fueron los más afectados y por qué.
Los más afectados
De acuerdo con los expertos, las minorías fueron las más afectadas, y el país les falló, en especial a aquellas compuestas por los trabajadores más jóvenes y esenciales que, de un momento a otro, se vieron expuestos al virus antes de que gran parte de la población fuera vacunada.
“Mantuvieron nuestro país funcionando con bastante consistencia, mantuvieron la comida en nuestras mesas y pagaron un alto precio por ello. Nosotros, como país, fallamos en proteger a nuestros trabajadores esenciales”, dijo a la VOA Ali Mokdad, epidemiólogo de la Universidad de Washington.
Mokdad hizo referencia a que en los primeros días de la pandemia en EEUU, pese a que la gente moría en los centros urbanos y que luego la enfermedad se propagó a más áreas rurales, “no hubo una respuesta nacional” rápida.
Esto, combinado con la desinformación con relación a las vacunas, impidió que muchos se vacunaran. Pese a que los expertos médicos insisten en que los temores a inocularse son infundados.
"Si bien hicimos estos estudios en un tiempo récord, y producimos una vacuna en un tiempo récord, se basó en al menos 20 años de inversión en ciencia -buena ciencia- y estudio. Sólo entonces pudimos crear una vacuna con relativa rapidez", dijo a la Voz de América el doctor Georges Benjamin, de la Asociación Estadounidense de Salud Pública.
“Y debido a que dicho mensaje no se comunicó adecuadamente a la población, ésta creyó que se tomaron atajos, pero no existieron tales atajos”, agregó el experto.
Otros profesionales, como Tom Frieden, director ejecutivo de la organización Resolve to Save Lives, afirman que los departamentos de salud locales del país no estaban preparados para una pandemia.
“No hay duda de que estamos recogiendo la cosecha de décadas de inversión insuficiente en salud pública a nivel nacional, estatal, municipal y local en EEU, así como a nivel mundial”, considera.
Las vacunas y el fin de la pandemia
Muchos expertos coinciden que Estados Unidos ya ha pasado lo peor de la pandemia, pero su fin depende de muchos factores.
David Dowdy, profesor de epidemiología en la Escuela de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins, cree que “es importante que la gente se dé cuenta de que en los vacunados, el COVID-19 es, en la mayoría de los casos, una enfermedad leve”.
Sin embargo aún existe una gran cantidad de estadunidenses que no están vacunados.
Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), alrededor del 66,3% de la población de EEUU ha sido completamente vacunada contra el COVID-19, y un número similar ha sido infectado, lo que les otorga cierta inmunidad.
Pero los expertos dicen que a medida que el virus evoluciona y muta, es posible que se necesiten refuerzos continuos para avanzar.
*Con la colaboración de Lenny Castro, periodista de VOA, desde San Francisco, EEUU.
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