Los hijos de mujeres con diabetes gestacional cuya dieta incluye altas cantidades de granos refinados pueden tener mayor riesgo de obesidad para los 7 años comparados con los hijos de mujeres con diabetes gestacional que consumieron menor proporción de granos refinados, revela un estudio de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH por sus siglas en inglés).
La investigación fue publicada en el American Journal of Clinical Nutrition y fue parte de un Estudio de Salud de Mujeres y Diabetes (Diabetes & Women’s Health Study) encabezado por el Instituto Nacional Eunice Kennedy Shriver de Salud Infantil y Desarrollo Humano (NICHD) de los NIH.
La diabetes gestacional (alta oncentración de azúcar en la sangre durante el embarazo), afecta a un 5 por ciento de las mujeres embarazadas en Estados Unidos y puede conducir a problemas de salud para las madres y los recién nacidos.
Los investigadores destacaron que estudios previos han vinculado las dietas altas en granos refinados como el arroz blanco, con la obesidad, la diabetes Tipo 2 y las enfermedades cardíacas.
El estudio comparó las historias clínicas de 918 mujeres y niños que participaron en el Danish National Birth Cohort, un proyecto que siguió los embarazos de más de 91.000 mujeres en Dinamarca.
Esa investigación descubrió que los hijos de mujeres con diabetes gestacional que consumieron una mayor cantidad de granos refinados (156 gramos diarios) tuvieron un 50 por ciento más probabilidades de obesidad para los 7 años que los niños de mujeres con diabetes gestacional que comieron menos granos refinados (menos de 37 gramos diarios).
El vínculo entre el consumo de granos refinados por parte de la madre embarazada y la obesidad infantil en los primeros siete años, persistió cuando los científicos midieron factores que potencialmente podían influir en el peso de los niños, como el nivel de actividad física y el consumo de vegetales, frutas y dulces.
Los autores dijeron que se necesitan estudios adicionales para confirmar sus resultados y también seguir a los niños más tarde en su infancia, adolescencia y adultez para ver si el riesgo de obesidad persiste más tarde en la vida.