El 11 de marzo de 2019, Luis Carlos Díaz, periodista y ciberactivista venezolano, se convirtió en otro caso palpable de los ataques contra la libertad de prensa en el país. Esa tarde, mientras pedaleaba su bicicleta de regreso a casa, fue detenido por agentes de seguridad del Estado.
Trabajaba entonces en una de las emisoras privadas nacionales más importantes del país. Su caso movilizó al gremio, nacional e internacionalmente, pero también a la sociedad civil. Amnistía Internacional lo considera un preso de conciencia.
Poco más de un año después del episodio, y a pesar de que no puede hablar de su caso, no es tímido a la hora de valorar la crisis que atraviesa el país y las dificultades que encara la profesión en la nación suramericana.
“Mi generación en Venezuela no conoce algo distinto a la censura del chavismo, al totalitarismo, en el espectro comunicacional”, afirma en entrevista con la Voz de América, a propósito de la celebración del Día Internacional de la Libertad de Prensa.
Describe el año pasado, refiriéndose a la libertad de prensa en el país, como de “la brutalidad más salvaje”.
“Fue un año en el que la avanzada del chavismo contra la libertad de expresión acrecentó a unos niveles en los que pareciera no tener freno”, agrega.
Destaca que también se acrecentaron los ataques en un área que conoce bien: el ciberespacio. “Se multiplicaron exponencialmente los bloqueos a internet”, explica.
En solo dos semanas, entre febrero y marzo de 2019, la compañía telefónica estatal CANTV bloqueó 13 sitios y redes sociales de información en Venezuela y cinco portales noticiosos fueron víctimas de ataques de denegación de servicios (DDoS), según denunció la organización no gubernamental Espacio Público.
“Se ha desmantelado la capacidad de comunicación que tiene el país. Cada vez más silencio, más censura, y en el fondo eso le impide a la gente estar mejor organizada, tomar mejores decisiones, ser más libres. Entonces es como una celda. Es como un país celda, en el que se controla incluso lo que la gente puede transmitir”, sentencia Díaz.
Esto, señala, se logra gracias a dos aristas: las condiciones en las que trabajan los periodistas locales y la censura.
“Los periodistas venezolanos son los peores pagados del continente americano”, apunta. Cita salarios de entre dos a 10 dólares mensuales.
“Es absurdo porque básicamente no tienes capacidad de hacer buen periodismo. No tienes capacidad ni siquiera de movilizarte. No sabes ni siquiera si vas a comer mañana. Eso ya pone en riesgo la profesión”, menciona.
En el caso de la censura, explica que no es tan sencillo como el concepto que la mayoría podría tener.
“Libertad no es solamente que puedas decir o no cosas, que puedas publicar o no cosas. Es también que no tenemos derecho al acceso a la información. Es una garantía que, si usted vive en un país que lo ha logrado, pues apropiarse de eso y haga que crezca, pero en Venezuela no tenemos acceso a la información pública”.
Tanto en situaciones como las que se viven en Venezuela, como no, Díaz destaca el rol “vigilante” de la profesión.
“El periodismo tanto en democracias abiertas, robustas y fuertes, como en democracias en problemas, como en países con ausencia de democracia, estado de derecho, le sirve a la gente para darle un referente de qué está pasando mal y cómo deberían hacerse las cosas”, expresa.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le otorgó a este periodista venezolano una medida cautelar, en la que le insta al Estado garantizarle el ejercicio libre de su profesión.
Si bien el trabajo nunca le ha faltado, asegura, en un tono más personal: “no es el trabajo público que yo quisiera o debiera estar ejerciendo libremente”.
Violaciones de papel
Las violaciones a la libertad de opinión y expresión en Venezuela han quedado escritas a fuego en los reportes de las organizaciones mundiales que defienden tales derechos.
La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Michele Bachelet, registró en un documento oficial en junio de 2019 que el chavismo “ha tratado de imponer una hegemonía comunicacional imponiendo su propia versión de los hechos y creando un ambiente que restringe los medios independientes”.
Bachelet certificó el empeoramiento de ese comportamiento oficial entre 2018 y 2019. Denunció el cierre de docenas de periódicos, la clausura de emisoras de radio y el cese de transmisión de canales de televisión por presiones gubernamentales.
Habló de la deportación de periodistas extranjeros y del exilio forzoso de centenares de periodistas venezolanos. También, repudió las limitaciones a obtener información independiente a través de un Internet de defectuosa velocidad y difícil acceso.
“En los años recientes, el gobierno ha bloqueado sitios web de noticias independientes y ha bloqueado regularmente las principales redes sociales”, advirtió.
Venezuela es un terreno de “ataques desde el Estado” a periodistas y prensa independientes, reflejó en su informe de 2019 la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
El reporte incluyó preocupaciones por las detenciones arbitrarias de periodistas, distintas formas de censura y bloqueos de sitios de internet.
La CIDH denuncia también la “vigilancia de las comunicaciones digitales y espionaje” a medios y comunicadores. A su entender, las violaciones a la prensa se profundizaron el año pasado a medida que se agudizó el conflicto político y social.
La Sociedad Interamericana de Prensa se ha sumado al clamor internacional. En marzo, denunció el asedio del madurismo contra las libertades de prensa y expresión.
La organización observó que los “ataques” contra periodistas y medios de comunicación independientes ocurren tanto en las coberturas de manifestaciones públicas como tras sus denuncias de corrupción y críticas al poder público.
“Otra tendencia es el ataque sistemático contra los reporteros a los que les roban sus cámaras fotográficas y de video, teléfonos móviles, grabadoras y, a menudo, dinero y documentos. Se trata de ataques perpetrados por funcionarios, empleados públicos, militares, policías y paramilitares”, alertó la SIP.
Cautela máxima
Elianah Jorge, reportera de Radio Francia Servicio Brasil y Globo News en Caracas, suele escuchar las cadenas de radio y televisión de Nicolás Maduro a volumen bajo, aun dentro de su propia casa.
Prefiere mantener los decibeles de la alocución del líder chavista a un nivel de cautela por temor a que sus vecinos la tachen de simpatizante del oficialismo. No quiere, de hecho, que nadie la confunda como promotora de alguna tendencia partidista.
“Es una cautela que tengo. Es un nivel de estrés”, dice a la VOA. Jorge, con al menos ocho años de experiencia en coberturas en Venezuela, describe así de radicalizado y polarizado el ambiente político en el país suramericano.
Ella misma, -cuenta-, ha debido borrar fotografías de su cámara por la exigencia altanera de uniformados de la Fuerza Armada venezolana o cuidarse de los grupos armados que respaldan al chavismo, conocidos como “colectivos”.
Suele transmitir sus reportes desde su vivienda por protocolo de seguridad de sus empleadores. El ambiente en el que trabaja la prensa en Venezuela, admite, es hostil.
“Creo que no hay esta libertad en el ámbito estatal (gobierno) y también las personas se acostumbraron, se moldearon a no permitir la libertad como tal”, lamenta.
Se quita el sombrero ante sus colegas venezolanos. Los llama “valientes”.
“Han hecho una labor muy loable. Es una lucha muy, muy linda, aunque sea dolorosa. En la calle, todos nos quedamos juntos y nos apoyamos”, comenta.
Valora que hay periodistas venezolanos que han estado expuestos a “un nivel de trauma muy fuerte” por la persecución oficial.
Lo atribuye al agotamiento propio de estar enfrentando siempre “a un gigante”, en referencia al poder de Venezuela.
La escalada
Es probable que uno de los primeros abrazos y palabras de aliento que reciben los periodistas detenidos arbitrariamente en Caracas, al salir de sus cautiverios, sean los de Marco Ruiz, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa.
Ruiz es el encargado de tocar las puertas del poder cada vez que existen abusos contra los profesionales de la comunicación en el país para lograr revertir tales violaciones.
Su defensa le ha valido una nominación a los prestigiosos Premios a la Libertad de Expresión que concede la organización no gubernamental Index On Censorship.
Para Ruiz, el periodismo es un oficio de riesgo en Venezuela. Y es tajante: a su juicio, no existe libertad de prensa ni de expresión en el país por censura oficial directa.
“Todo aquello que digas o expreses o incluso sobre lo que informes puede costarte tu vida, tu libertad, ser sometido a la persecución judicial. No existen en Venezuela garantías para el libre ejercicio ni del derecho a la información ni a la expresión”.
Aplaude la “decisión” de periodistas y medios de comunicación independientes de publicar la información de la que urgen los venezolanos a pesar de los peligros.
“El nivel de riesgo ahora mismo en Venezuela incluye la posibilidad de perder la vida y la libertad. Hay casos de periodistas detenidos, desaparecidos, torturados, obligados a rendir declaraciones contrarias a la verdad, con sus familias amenazadas”, afirma.
El secretario general del SNTP opina que el madurismo ha copiado un modelo comunista cuyo principal objetivo es “silenciar la verdad”.
Nicolás Maduro, presidente en disputa, riñe frecuentemente en público con periodistas y medios independientes de Venezuela y del extranjero.
En una alocución reciente, atacó al periodista Sergio Novelli, quien entrevistó a venezolanos que pensaban regresar del extranjero al país a pesar de la existencia de lo que llamó “campos de concentración” para repatriados de parte del oficialismo.
“Era un periodista muy reconocido y querido en su momento en la televisión venezolana, pero se ha convertido en un mercenario de los gringos”, expresó.
Maduro y sus voceros, entre ellos el segundo hombre fuerte del chavismo y presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, suelen acusar públicamente a la prensa de aliarse con sus opositores y con conspiraciones golpistas.
Cabello denunció hace un mes que Edward Rodríguez, director de comunicaciones del Parlamento y jefe de prensa de Juan Guaidó, era el encargado de montajes informativos y de “montar el escenario” en contra de grupos del chavismo.
La arremetida del Estado venezolano contra la prensa se hizo latente hasta en la pandemia. Cuerpos policiales y militares detuvieron a los periodistas Arnaldo Sumoza, en el estado Guárico, y Eduardo Galindo Peña, en Apure, entre el 14 y el 15 de abril.
Ambos fueron excarcelados días después. Deben presentarse periódicamente ante las instituciones penales. A Sumoza, le imputaron el delito de alteración de orden público.
El Instituto de Prensa y Sociedad, IPYS, contabilizó las detenciones arbitrarias de 14 trabajadores de la prensa y cuatro de sus familiares desde que inició la cuarentena decretada en Venezuela por el gobierno en disputa, a mediados de marzo.
“IPYS Venezuela ve con preocupación la escalada de agresiones hacia los trabajadores de la prensa a través de las detenciones arbitrarias, la aplicación de acciones legales y el limitado acceso a la información” desde la vigencia de medidas contra la pandemia.
Espacio Público, defensora de los derechos de libre expresión en Venezuela, también puso la mira en el decreto de Estado de Alerta de Maduro por la COVID-19.
La organización cree que la medida supuso para periodistas y ciudadanos “el reto de luchar contra las amenazas y restricciones indirectas impuestas desde el gobierno, al que parece incomodar que exista una versión que contraste la oficial”.
Documentó 59 casos y 120 violaciones a la libertad de expresión durante marzo.
“La intimidación, la censura y las restricciones administrativas repuntaron el registro como las más frecuentes”, precisó su informe.
Espacio Público precisó que, de los 71 afectados en los casos, 52 por ciento son periodistas y reporteros; 12 por ciento, medios de comunicación; y 15 por ciento, trabajadores de la salud y ciudadanos.
"En medio del peligro"
Cuando los venezolanos llevan 40 días en cuarentena en sus casas para evitar la propagación del coronavirus, Maiker Yriarte lleva más de dos meses.
Su aislamiento domiciliario no se debe al virus. Ni siquiera es por voluntad propia.
El pasado 11 de febrero, fue atacado por grupos de civiles identificados con el gobierno en disputa cuando cubría la llegada del presidente interino del país, Juan Guaidó, luego de su gira internacional.
Lo golpearon en pleno intento de cobertura. Tuvo latigazo cervical y politraumatismo en el ojo derecho. Lo dejaron sin lentes e, incluso, sin un zapato.
“Me reventaron las manos. Tanto así que hoy, a un poco más de dos meses, en la mano derecha todavía tengo dolores”, comenta.
Yriarte, reportero de un canal de televisión por suscripción desde hace dos años, recuerda que ese día empezaron a gritar “improperios” en cuanto llegó Guaidó. A los trabajadores de la prensa los agredieron a empujones en varias oportunidades, "pero solo a empujones",
La situación escaló, -recuerda-, después de que el también presidente del Parlamento logró irse.
“Ya cuando salimos del aeropuerto, empiezan a agredir a los trabajadores de la prensa sin ningún tipo de sentido. Tuve que, tratar de defender a un colega periodista y, cuando yo lo defiendo, porque lo tienen en el piso, es que vienen hacia mí y me agarran no sé cuántos, me arrinconan en unas rejas y me dan golpes hasta decir ‘basta’”; relata.
El periodista venezolano, que también ha trabajado en prensa escrita, confiesa que el último año, cuando comenzó a cubrir la fuente parlamentaria, ha sido “muy complejo, muy duro”.
“Prácticamente día a día hay que luchar con un sinfín de obstáculos para poder hacer algo tan básico como es el trabajo reporteril”, valora.
Si bien recomienda siempre ser responsables y consciente de dónde se está y cómo se dicen las cosas, asegura: “la dinámica periodística en Venezuela te ha llevado a que estés, sin tú quererlo, en el medio del peligro, en el centro del peligro”.
Comenta que cuando se viven situaciones así, “caemos en la parte humana. Y es el tema de denunciar las arbitrariedades más allá de como periodista, como persona”.
Es precisamente este lado humano, más allá de los ataques o situaciones que se viven por la profesión, que también considera que se debería tomar en cuenta a la hora de hablar de periodismo en Venezuela.
“Tenemos que prácticamente (…) armarnos de fortaleza, armarnos de fuerza, para poder recibir una denuncia cuando tú también sufres esos problemas. Cuando escuchas un testimonio de gente que no tiene agua, y tú también está sin agua, y sabes lo que es estar sin agua”.
Afirma que la libertad de prensa en Venezuela es “de una lucha diaria, porque en Venezuela no hay una democracia plena. Y al no haber democracia plena, no se respeta”.
Asegura que él y sus colegas, a pesar de las arbitrariedades, no se detienen.
“Hay que ver entonces cómo nosotros tratamos de informar en medio de adversidades. Y una alternativa es a través de la creatividad. Hay que buscar distintos mecanismos para que la gente esté informada”, concluye.