El panorama es desolador. Llamadas al servicio 911 de la policía que no son respondidas en un plazo razonable. Calles oscuras y cubiertas de baches. Ciudadanos que prefieren llegar por sus propios medios a la emergencia de los hospitales y no esperar por ambulaciones que llegan tarde y mal.
No, no es el guión de una película de catástrofe. Es la realidad que los medios locales y nacionales reportan desde la industrial ciudad de Detroit en el estado de Michigan.
La otrora cuarta ciudad de Estados Unidos, ha caído al decimoctavo lugar en población. Pero peor aún, está acorralada por las deudas, tanto que en la actualidad tiene las mismas chances de ir a la bancarrota, que salvarse a través de una acuerdo con los acreedores.
Un equipo especializado en reestructurar deudas trata de encontrar una fórmula para evitar la mayor bancarrota municipal en la historia de Estados Unidos.
Pero en el día a día es donde los habitantes de Detroit viven lo peor. Según informaba la radio pública de Estados Unidos, NPR, la violencia se ha disparado y la policía no resuelve el 90% de los casos graves por falta de recursos.
Y pese a que el centro financiero de Detroit vive un pequeño boom del negocio inmobiliario, en el resto de la ciudad el valor de las propiedades se ha derrumbado y quienes quieren vender para marcharse no encuentran compradores.
Ni siquiera el esfuerzo voluntario del ídolo local, el rapero Eminem con la campaña “Imported from Detroit” -importado de Detroit-, realizada para promover la venta de automóviles fabricados en Estados Unidos, ha podido mejorar la situación.
En la actualidad 700.000 personas viven en Detroit, y gerente de la ciudad, el abogado especialista en bancarrotas Kevin Orr, está luchando para negociar una solución que no sea la de ir a la quiebra con los sindicatos, los acreedores y los jubilados.
A Detroit se le aplica el mismo concepto que a algunos bancos durante la crisis del 2007, “es demasiado grande para caer”. La deuda es problema de la ciudad, pero también de los acreedores.
En caso de que lo peor ocurra, solamente los costos legales serían de $100 millones de dólares, una cifra sustancialmente superior a los $86 millones que en 1994 costó el caso del Condado Orange en California, tras 18 meses que terminaron en 1996.
No, no es el guión de una película de catástrofe. Es la realidad que los medios locales y nacionales reportan desde la industrial ciudad de Detroit en el estado de Michigan.
La otrora cuarta ciudad de Estados Unidos, ha caído al decimoctavo lugar en población. Pero peor aún, está acorralada por las deudas, tanto que en la actualidad tiene las mismas chances de ir a la bancarrota, que salvarse a través de una acuerdo con los acreedores.
Un equipo especializado en reestructurar deudas trata de encontrar una fórmula para evitar la mayor bancarrota municipal en la historia de Estados Unidos.
Pero en el día a día es donde los habitantes de Detroit viven lo peor. Según informaba la radio pública de Estados Unidos, NPR, la violencia se ha disparado y la policía no resuelve el 90% de los casos graves por falta de recursos.
Y pese a que el centro financiero de Detroit vive un pequeño boom del negocio inmobiliario, en el resto de la ciudad el valor de las propiedades se ha derrumbado y quienes quieren vender para marcharse no encuentran compradores.
Ni siquiera el esfuerzo voluntario del ídolo local, el rapero Eminem con la campaña “Imported from Detroit” -importado de Detroit-, realizada para promover la venta de automóviles fabricados en Estados Unidos, ha podido mejorar la situación.
En la actualidad 700.000 personas viven en Detroit, y gerente de la ciudad, el abogado especialista en bancarrotas Kevin Orr, está luchando para negociar una solución que no sea la de ir a la quiebra con los sindicatos, los acreedores y los jubilados.
A Detroit se le aplica el mismo concepto que a algunos bancos durante la crisis del 2007, “es demasiado grande para caer”. La deuda es problema de la ciudad, pero también de los acreedores.
En caso de que lo peor ocurra, solamente los costos legales serían de $100 millones de dólares, una cifra sustancialmente superior a los $86 millones que en 1994 costó el caso del Condado Orange en California, tras 18 meses que terminaron en 1996.