De las mil millones doscientas mil personas que sufren de hambre regularmente, aproximadamente la cuarta parte son niños. Y para los niños, especialmente aquellos menores de cinco años de edad, el hambre es mucho más dañina que el dolor de un estómago vacío.
Hambre y desnutrición tienen un costo muy alto sobre los niños y su futuro. Según un reciente informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) doscientos millones de niños menores de cinco años de edad, están crónicamente desnutridos.
La desnutrición es el mayor contribuyente a la mortalidad infantil en todo el mundo, causando tres millones y medio de muertes de niños menores de cinco años, cada año. La desnutrición hace que los niños sean más susceptibles a enfermedades infecciosas, atrofia su crecimiento físico y decrece su potencial de aprendizaje. La salud de un niño está inextricablemente relacionada con la salud de la madre, explicó la Directora Ejecutiva de UNICEF, Ann Veneman.
La desnutrición maternal aumenta la posibilidad de que una mujer muera durante el embarazo y tiene efectos negativos en la salud de su infante.
No obstante, existen intervenciones efectivas por su costo, incluyendo el exclusivo amamantamiento, alimentación complementaria, el manejo de la desnutrición aguda, la diversidad en la dieta, e intervenciones con micronutrientes.
Los efectos a largo plazo de la desnutrición son devastadores, no sólo para los individuos, sino también para las economías en desarrollo. La mala salud y el desarrollo mental y físico disminuidos asociados con la desnutrición, reducen la capacidad de las personas para aprender y trabajar. Los economistas estiman que cada niño cuyo desarrollo está dañado por la desnutrición, perderá hasta un diez por ciento de las ganancias en su vida.
“Reducir y aún eliminar la desnutrición es posible” dijo Veneman. “Los compromisos mundiales en seguridad de alimentos, nutrición y agricultura sostenibles son parte de una más amplia agenda que ayudará a enfrentar los problemas críticos planteados en este informe”.
Según un reciente estudio del Banco Mundial, las actuales inversiones en nutrición son minúsculas dada la magnitud del problema, pero un incremento en los recursos públicos para atacar la desnutrición daría altos réditos en la forma de niños prósperos, familias más saludables, y trabajadores más productivos.
En la Cumbre del G20 en 2009, el presidente Barack Obama anunció que Estados Unidos duplicará sus fondos destinados al desarrollo agrícola y la ayuda en 2010, y también proveerá por lo menos 3 mil 500 millones de dólares a lo largo de los próximos tres años.
La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) promueve la seguridad en la alimentación estimulando las economías rurales a través de un crecimiento agrícola de amplia base. Esto aumenta los ingresos conjuntamente con la producción de alimentos, y abarata los precios de los alimentos en los mercados locales, para los pobres de las ciudades. Como parte de este compromiso, USAID apoya programas que mejoren la condición nutricional a través de programas de prevención y tratamiento basados en la comunidad, enfocándose en las mujeres y los niños.
“A menos que se preste atención a enfrentar las causas de la desnutrición infantil y maternal hoy”, dijo Veneman y agregó que “los costos serán considerablemente más altos mañana”.