Cuando el republicano Mike Pence y el demócrata Tim Kaine se sentaron frente a frente el martes por la noche, los votantes estadounidenses pudieron ver y oír el primer debate real sobre las políticas de Donald Trump o Hillary Clinton de llegar estos a la presidencia.
Pence se mostró sereno y firme ante los encendidos, frecuentes —y según algunos críticos, ensayados en exceso— ataques de Kaine.
A la hora de defender a Trump, Pence fue esquivo, evitó el tema o guardó silencio sobre algunas de las declaraciones más provocadoras de su compañero de fórmula.
Kaine y Pence se dirigieron tan a menudo el uno al otro que en varios puntos, la moderadora Elaine Quijano los reprendió y hasta les dijo que nadie que estuviera viendo comprendería lo que estaban diciendo.
Kaine presionó con agresividad a Pence para que respondiese por Trump durante los 90 minutos que duró el debate entre los dos aspirantes a la vicepresidencia del país, empleando incluso las propias palabras del empresario.
Acusó a Trump de haber calificado a las mujeres de cerdas y desaliñadas y también condenó los elogios del aspirante republicano al presidente ruso, Vladimir Putin.
Aunque Pence, gobernador de Indiana, defendió el historial fiscal de Trump, se alejó notablemente de sus palabras de menosprecio a las mujeres y de sus dudas sobre la nacionalidad del presidente, Barack Obama.
No es de sorprender que tanto Clinton como Trump felicitaran a sus respectivos compañeros de fórmula.
“Quien estuvo en el corazón de este debate fue Donald Trump y Mike Pence no salió a defenderlo”, dijo el gerente de la campaña de Clinton, Robby Mook.
El asesor en comunicaciones de Trump, Jason Miller, sugirió que la campaña de Clinton está obsesionada con los impuestos de Trump.
“El hecho de que la fórmula Clinton-Kaine hable solo de este punto o de alguna otra versión de los insultos que lanzaron esta noche, muestra que compiten en base a muy limitada idea de solo atacarnos”, dijo Miller.
Pero como dijo a la Voz de América Lisa Spies, presidenta del LS Group y ex asistente financiera de Pence durante su época en el Congreso, estos intercambios pueden haber sido irritantes pero los votantes salieron beneficiados al conocer más sobre ellos.
“Obtuvimos detalles, obtuvimos datos, obtuvimos números”, dijo Spies a la VOA. “Durante el debate presidencial lo que tuvimos fueron adjetivos, verbos e insultos que se lanzaron mutuamente. Esta noche, aunque haya habido interrupciones, ambos describieron lo que serían sus políticas”.
Se esperaba que el debate tuviera una audiencia mucho menor que el realizado entre Trump y Clinton la semana pasada, que atrajo la cifra récord de 84 millones de televidentes, pero algunos votantes dijeron que el tiempo valió la pena.
“Me parece que contrasta con el primer debate presidencial, que fue muy personal, muy enfocado en los escándalos, muy enfocado en la política visceral y no tanto en lo puede ser el futuro de Estados Unidos”, opinó John Hudack, experto en política de la Brookings Institution.
“Esta noche vimos lo que debe ser un debate presidencial”, apuntó Spies. “No un debate vicepresidencial, sino un debate presidencial. No estoy seguro qué clase de circo nos espera para el domingo”.
Ese día, el domingo 9 de octubre, Trump y Clinton regresan al escenario de los debates con un formato un tanto diferente, una especie de cabildo abierto, en que los miembros de la audiencia podrán hacer preguntas.