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De la basura a la economía circular: bolivianas que defienden su “trabajo digno”


Cada día las ecorrecolectoras recorren las calles de la ciudad en busca de materia prima. [Foto cortesía de la Asociación de Ecorrecolectoras de Bolivia]
Cada día las ecorrecolectoras recorren las calles de la ciudad en busca de materia prima. [Foto cortesía de la Asociación de Ecorrecolectoras de Bolivia]

Mujeres impulsan la economía circular en Bolivia a través del reciclaje. Ahora, sueñan en grande: capacitarse para darle un valor agregado a los desechos y hacerlos competitivos en el mercado.

“Antes había mucha discriminación porque trabajar con la basura no lo ven como algo bonito, pero es un trabajo digno”, dice Ruth Velásquez, una boliviana que es líder de las “ecorrecolectoras”, un grupo de mujeres que se encarga de recolectar basura en diferentes puntos de la ciudad Cochabamba, en el centro de Bolivia, para obtener ingresos a través del reciclaje.

Esta iniciativa nació hace más de una década, en 2012, cuando buscaban residuos en los contenedores con el objetivo de generar algunas ganancias y mantener a sus familias, pero con el tiempo han podido consolidarse, hacer alianzas y también generar fuentes de empleo.

Ahora, sueñan en grande: capacitarse para darle un valor agregado a los desechos y hacerlos competitivos en el mercado.

“No queremos quedarnos como simples recuperadoras, queremos llegar más lejos aunque sé que no es fácil, pero estamos empezando. Por ejemplo, con el aluminio, se puede fundir y crear algunos moldes que después de convierten en pesas para los gimnasios o repuestos que se puedan reutilizar”, explicó Velásquez a la Voz de América.

El sacrificado trabajo no solo ayuda a mitigar el impacto de la contaminación por residuos sólidos sino también a que las empresas e industrias reduzcan la extracción de materias primas gracias a los insumos que les proporcionan para su reutilización.

Este nuevo concepto las encamina dentro de la “economía circular” que precisamente promueve la máxima optimización de recursos, dándoles una nueva vida.

Carola Ortuño, voluntaria técnica de las Ecorrecolectoras
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“No solamente tienen el rol de generar sus propios ingresos para protección de sus familias, sino también tienen un rol social colectivo, porque están trabajando por el bien común y están siendo parte de la industria del reciclaje”, explica desde Washington Carola Ortuño, voluntaria técnica de la Asociación de Ecorrecolectoras.

Actualmente son 180 familias que se benefician de este trabajo liderado por jefas de hogar. Aunque también hay algunos varones que encontraron en la actividad una buena posibilidad de mantener a sus hijos.

Sin embargo los riesgos de salud por cortes con vidrios, intoxicaciones, enfermedades virales y cansancio extremo debido a las largas jornadas, siempre están presentes.

Dar el siguiente paso

Recientemente lograron concretar un acuerdo con la Universidad Mayor de San Simón a través del Centro de Investigación en Tecnología Aplicada (CITA), con el que están aprendiendo seguridad industrial y manejo de herramientas para metalmecánica con actividades de corte, perforado y soldadura.

Por otro lado también se consolidó el apoyo del MIT D-Lab, la unidad de investigación del Massachusetts Institute of Technology (MIT) con la aplicación de la metodología de Desarrollo de Capacidades Creativas que contempla capacitaciones de inclusión social, género, empoderamiento femenino y cocreación.

Aunque están conscientes de que tienen mucho que aprender, están dispuestas a dar el siguiente paso.

“Queremos ser microempresarias, que podamos administrar nuestro propio trabajo y venta de nuestro material sin ningún intermediario ya que muchas veces somos engañadas”, dijo Adriana Ríos, una joven ecorrecolectora.

Si bien este es un momento de gran expectativa para ellas, aún deben lidiar con la falta de colaboración de la ciudadanía que no está acostumbrada a la separación de residuos debido a que no existe una política pública que impulse la cultura del reciclaje en la ciudad.

Y lamentablemente, el estigma, el hostigamiento y la discriminación aún persisten.

Pero precisamente estas adversidades han hecho que la Asociación sea más solidaria y unida. “Ya no son dependientes, sumisas ni temerosas. Son mujeres que creen en sí mismas, que están descubriendo sus capacidades de liderazgo y quieren contribuir a la sociedad, al país”, añadió Ortuño.

En 2020, en plena crisis sanitaria por el COVID-19, la VOA entrevistó a las ecorrecolectoras porque atravesaban un difícil momento con ingresos casi nulos, sin materiales de cuidado sanitario para protegerse del virus y más estigmatizadas que nunca por el nivel de contagio de la pandemia.

Tres años después no solo lograron superar esa caída sino que están trabajando conscientemente por hacer realidad un sueño que antes ni siquiera habían considerado.

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