Por la mente de David Mantilla jamás pasó la idea de ser parte de las Fuerzas Armadas venezolanas, mucho menos de las estadounidenses, unas de las más poderosas del mundo. Sin embargo, el destino, según él mismo dice, tenía una ruta trazada que lo llevaría a integrar la Marina de Estados Unidos.
“Ser parte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos nunca me pasó por la mente. Siempre quise estudiar y salir adelante por eso siempre le dije sí a cualquier trabajo”, recuerda Mantilla en entrevista para la Voz de América.
De Catia a la Marina de Estados Unidos
David Mantilla es venezolano y tiene 38 años de edad. Nació en Caracas y se crió en Catia, una zona popular del oeste capitalino donde la inseguridad y la violencia son la noticia recurrente.
Mantilla recuerda que nació entre carencias. Su familia nunca tuvo más de lo justo para mantenerlo. “A veces faltaba la comida, faltaba la ropa, éramos muy pobres”, dice.
La situación en su hogar lo llevó a trabajar desde muy joven. Cuenta que colaboraba con su familia en el área de la construcción y, años más tarde, trabajó como botones en un reconocido hotel ubicado en Chacao, en el este de Caracas.
Mantilla se graduó como bachiller y casi de inmediato decidió emigrar a Estados Unidos gracias a que contaba con una visa de turista que su madre había solicitado años atrás.
“Mi familia hizo una recolecta y pudieron pagarme los gastos para venirme, también reuní dinero de lo que hice trabajando como botones. Me vine con 100 dólares en billetes de uno”, recuerda.
Como todo migrante David afirma que sus inicios en Estados Unidos no fueron fáciles debido a su estatus migratorio. Trabajó en cualquier tipo de oficio: constructor, limpiador de piscinas, mesero, salvavidas. Afirma que llegó a tener hasta cuatro empleos al tiempo, pero aún así le costaba costear todos los gastos.
Luego de regularizar su estatus en Estados Unidos, fue cuando surgió la posibilidad de ser parte de las Fuerzas Armadas de ese país.
“Fue un proceso largo. Me tomé un año para prepararme físicamente y
teóricamente. Primero uno tiene que ser residente permanente o tener un estatus legal en este país para poder meterte en cualquier rama militar. Me enfoqué en mejorar mi inglés para poder entender de que trataba el examen escrito que duró tres horas. Tenía de todo: física, química, mecánica, comprensión. Es un examen bien completo”, explica.
Posteriormente, Mantilla completó el examen físico y logró ingresar a la Marina de Estados Unidos, algo que además le permitió obtener la nacionalidad casi de inmediato.
“Yo entré a la Marina a los 23 años. Ya yo tenía conocimiento de que era el trabajo
duro. El entrenamiento es otro nivel, yo nunca imaginé que iba a aprender artes
marciales y a usar un rifle. Tuve la oportunidad de entrenar con equipos militares británicos, filipinos. Estando acá se te abren paso muchas oportunidades”, asegura el venezolano.
Entre esas oportunidades que comenta está también la de estudiar. Mantilla logró graduarse en seguridad cibernética en 2021. Actualmente está a punto de culminar la maestría.
Durante sus años en la Marina, este venezolano se ha desempeñado como custodio del Pentágono y participó en un servicio en Afganistán en el año 2008.
“Estuve un año en Afganistán, un momento crucial en el cual había muchos
talibanes y estaba la zona de guerra bien fuerte. Aprendí mucho sobre mí mismo, a valorar mucho más la vida, ya que tuve compañeros que no lograron sobrevivir . Vivir una guerra es muy distinto a lo que pude a ver vivido de pequeño en el barrio”, expresa el venezolano.
Actualmente Mantilla es sargento de armas. Se desempeña como instructor de disparo de pistola y rifle para nuevos ingresos y también para aquellos militares con años de servicios que deben perfeccionar la técnica.
“Quiero que cuando la gente me vea sienta motivación”
Pese a haber recorrido un largo camino en los últimos 15 años, Mantilla
asegura que no olvida de dónde viene. A Catia la lleva siempre en su corazón, dice que es su “todo” y espera que su ejemplo sirva de motivación para que los venezolanos se den cuenta que con trabajo duro se puede lograr cualquier meta.
“Catia es mi todo. Tengo muchas memorias y recuerdos bonitos. Yo jugué mucho baloncesto, así que conozco muchas las zonas populares de Caracas, como Cotiza, 23 de Enero. Catia es mi crianza, mis valores, lo que me enseñaron mis padres. Cómo me gustaría visitar a mi gente de Catia, que vean en qué me convertí y demostrar a todo el mundo que no importa de dónde vengas, si eres pobre, rico o del color que seas, con humildad y creyendo en ti mismo uno puede llegar muy lejos”, sostiene.
David está orgulloso del trabajo que realiza en la Marina de Estados Unidos y
continúa esforzándose para seguir destacando y brindando un buen servicio.
“Me encanta el trabajo que hago, representar lo que represento y que la gente sepa mi historia y de dónde vengo. soy una persona competitiva y siempre me gusta ser el mejor. Lo que quiero es que cuando la gente me vea sienta motivación, que si yo pude lograr esto ellos mucho más”, concluye.
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