Un accidentado partido entre selecciones locales de fútbol en Guatemala culminó en un enfrentamiento entre la afición y los árbitros, que tuvieron que permanecer en el campo tras finalizar el match, ante las amenazas de los asistentes. Este es uno de los incidentes más recientes en una larga historia de hostilidad y violencia en las canchas centroamericanas.
Luego de unos largos 97 minutos de juego en el estadio Las Victorias, en el oriente de Guatemala, el partido celebrado el 16 de noviembre entre el anfitrión Sacachispas y el Suchitepéquez terminó con un marcador de 2-1, a favor de los visitantes.
Este era un encuentro decisivo, pues ambos conjuntos se disputaban medio cupo para el ascenso a la Liga Nacional de Guatemala. Aunque era el primero de dos juegos, el once de casa no pensaba aprovechar la ventaja de jugar en terreno conocido.
Pero antes de cumplirse el primer tiempo, los ánimos de la afición comenzaron a caldearse luego de que el árbitro Christopher Corado dejaba de marcar una falta. Empujones, jalones de camiseta, pisotones y uno que otro insulto en el terreno de juego quedaron sin castigo. En las gradas la temperatura también subió, una situación que no es extraña en los eventos deportivos de la región.
"He platicado con personas que iban al estadio en los años 70's y 80's y en ese entonces eran normales las trifulcas, se tiraban botellas, piedras, pero sobre todo con selecciones rivales, en partidos de eliminatorias", contó a la Voz de América, Carlos Vides, un periodista salvadoreño que ha cubierto deportes en la región durante 24 años.
El encuentro entre el Sacachispas y el Suchitepéquez cumplía esa característica de eliminatoria. Además, el equipo local lo tenía casi todo para ganar: un plantel robusto que se mantenía invicto en los últimos encuentros, un estadio a reventar y una afición que le coreaba cantos al unísono.
Pero el partido llevaba solo 13 minutos cuando el director técnico del equipo local, Mario Calero, fue amonestado por airadas manifestaciones de frustración ante decisiones arbitrales.
Los árbitros tampoco lograron controlar los incidentes entre los aficionados y la banca rival. Sobre el banquillo visitante llovieron objetos y uno que otro vaso con cerveza.
Si el partido no se convirtió rápidamente en una batalla campal fue por la entrada de policías antimotines al estadio, seguida por un grupo de seguridad privada que rodeó al equipo visitante, una estrategia a menudo usada por las autoridades para evitar trifulcas mayores.
"Con el paso del tiempo la dirigencia del fútbol se fue acercando a la policía para tener apoyo de los agentes de seguridad cuando había partidos, y me parece que esta situación ha ido mermando", explicó el reconocido periodista Vides.
A pesar de la presencia policial, la afición del Sacachispas volteó su furia hacia el arbitraje luego de que fuese anulado por falta el gol del empate entre ambos equipos, y al término del partido impidieron la salida de los árbitros en señal de protesta.
"Le pedimos a la afición que por favor permita la salida de los árbitros", sonaba en los altoparlantes del estadio.
Tras media hora de esta insólita situación, y con los jueces todavía en el terreno, tres de las cuatro grandes luces que iluminan el estadio fueron apagadas. Los árbitros, cansados, decidieron salir cubiertos por las planchas blindadas de los antimotines, dejando imágenes para la historia.
Guatemala tiene un reglamento disciplinario a cargo de la Federación de Fútbol de Guatemala, que sanciona a los equipos de fútbol por faltas disciplinarias cometidas en el campo de juego y fuera de él.
Las sanciones son impuestas por el Órgano Disciplinario de la misma federación e incluyen multas desde los 300 quetzales (unos 40 dólares), hasta los 150.000 quetzales, (unos 19.000 dólares).
También hay una ley que sanciona a los árbitros por sus desempeños en los juegos.
Sin embargo, episodios violentos como el del partido Sacachispas-Suchitepéquez no son nuevos en el fútbol centroamericano.
Una cultura de violencia que no acaba
En 1969 hubo un enfrentamiento entre El Salvador y Honduras durante cuatro días, que dejó miles de muertos. La razón fue un conflicto agrario agravado tras un partido entre los equipos nacionales.
Ambas selecciones querían un pase para el Mundial de México en 1970, pero solo lo logró El Salvador tras ganarle 3-0 a Honduras.
El equipo de la nación hondureña, por entonces en medio de expulsiones a miles de salvadoreños migrantes de su territorio, rompió relaciones con El Salvador.
Luego, los conflictos en los partidos de fútbol en Centroamérica adoptaron conductas similares a las barras bravas de Sudamérica, en concreto de Argentina, desde donde se importaron no solo cánticos, sino el "quitarle los trapos a la barra rival", es decir, despojarlos de sus pancartas o cualquier otro elemento de apoyo, agregó Vides.
Una situación que está lejos de resolverse en las canchas de toda América Latina, a pesar de las sanciones y las multas.
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