Es demasiado pronto para saberlo con certeza, pero muchos doctores creen que es posible sufrir los efectos a largo plazo también con esta variante del coronavirus.
El COVID persistente suele diagnosticarse varias semanas después de contraer el COVID-19. Cualquier efecto a largo plazo suele aparecer alrededor de 90 días después de que hayan desaparecido los síntomas de la infección inicial, afirmó Maria Van Kerkhove, de la Organización Mundial de la Salud, esta semana.
En general, algunas estimaciones sugieren que más de un tercio de los sobrevivientes de COVID-19 desarrollarán algunos síntomas de COVID persistente, que incluyen fatiga, confusión, dificultad para respirar y ansiedad, entre otros problemas. Es más probable que aparezcan si se ha estado hospitalizado en la infección inicial, pero las investigaciones muestran que puede ocurrir incluso con un cuadro leve.
La variante ómicron comenzó a expandirse por todo el mundo a finales del año pasado. Esta variante suele provocar síntomas más leves que la delta, pero aún así ha saturado los hospitales.
Van Kerkhove apuntó que no ha visto ninguna investigación que indique que el porcentaje de sobrevivientes del COVID-19 que desarrollan el persistente cambie con ómicron.
La doctora Linda Geng, de la Universidad de Stanford y que codirige una de las muchas clínicas especializadas en esta dolencia, dijo que aunque no lo puede asegurarlo, cree que es posible que se produzca una nueva ola de pacientes.
“Tenemos que ser muy cautelosos y estar muy preparados”, afirmó Geng.
Mientras tanto, los científicos se apresuran a determinar qué hay detrás de esta misteriosa enfermedad. ¿Algunas teorías? Puede ser un trastorno autoinmune. Puede estar causada por pequeños microcoágulos. O quizás se hayan reactivado virus latentes en el organismo.
Los científicos están estudiando también si las vacunas podrían ser parte de la respuesta. Un equipo de la Universidad de Yale está analizando la posibilidad de que la vacunación reduzca los síntomas del COVID persistente. Y otros dos estudios ofrecen evidencias tempranas de que estar vacunado antes de contraer el COVID-19 podría ayudar a prevenirlo o al menos reduce su gravedad.
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