Cada noche, a las 22:00, las fuerzas de seguridad de Barcelona se convierten en aguafiestas.
Los policías se despliegan por la ciudad costera en el nordeste de España para disolver fiestas clandestinas y despejar las calles de jóvenes que beben alcohol, vigilando el cumplimiento de un toque de queda nacional declarado por el gobierno para frenar los contagios de coronavirus.
Periodistas de Associated Press acompañaron a agentes de los Mossos d’Esquadra, la fuerza regional catalana, en una patrulla de toque de queda. En comparación con los asesinatos, peleas de bar o llamadas de violencia doméstica que suelen gestionar, identificar a los que están fuera de casa a deshoras es una tarea sencilla.
Sin embargo, para muchos países europeos que combaten un repunte del COVID-19, la labor es crucial.
“Estas medidas salvan vidas”, dijo el jefe de la policía catalana, Eduard Sallent. “Lo que estamos haciendo es hacer cumplir una normativa que evitar muertes y el colapso de nuestro sistema sanitario”.
Sin turistas que abarroten la Ciutat Vella de Barcelona, la zona histórica conocida por su animado ocio nocturno, los autos patrulla recorrían los callejones laberínticos buscando infractores con botellas de alcohol. Los agentes pasaron de largo junto a personas sin hogar o que paseaban perros.
Se centraron en localizar a jóvenes que habían salido para compartir una botella, ahora que los bares y clubes nocturnos de la ciudad están cerrados por el virus, y en buscar a cualquiera que quisiera aprovechar las calles inusualmente vacías para saquear comercios.
Agentes de uniformes, con algo de ayuda de compañeros de paisano, identificaban a la gente que encontraban fuera y les decían que se fueran a casa. La mayoría obedecía sin tardanza.
Algunos intentaban huir. Los agentes les perseguían y les registraban. Varios jóvenes que se resistieron fueron reducidos y esposados brevemente. Una mujer ebria gritó que se estaban infringiendo sus derechos. Los menores de 18 fueron trasladados a comisaría para que fueran recogidos por sus padres.
Las autoridades españolas han señalado a la costumbre del “botellón”, una práctica común entre jóvenes, que se congregan en zonas como parques para beber alcohol barato mezclado con refrescos, y que es una posible fuente de contagios desde que España salió de su estricto confinamiento domiciliario en primavera.
En ocasiones se congrega tanta gente que se forma un “macrobotellón” con cientos de personas. Sin mascarillas y con la distancia entre asistentes reducida al mínimo, los participantes son blanco fácil para el virus.
El consejero catalán de Interior, Miquel Sàmper, describió como inevitable la declaración de un toque de queda en todo el país el 25 de octubre, después de que algunos ignorasen las llamadas a reducir al mínimo los contactos personales y las oportunidades de contagio.
“La medida de confinamiento nocturna tiene una pretensión: ya hace semanas que hemos dicho que no se podían hacer salidas nocturnas, que no se podían hacer salidas con mucha gente, que no se podían consumir alcohol en estas fiestas conocidas como ‘botellón’, pero es obvio, y ustedes lo han visto por los medios, que el grado de éxito no ha sido lo que esperábamos”, afirmó.
En Europa se han confirmado más de 7 millones de casos y más de 250.000 muertes asociadas al coronavirus desde el inicio de la pandemia. En los últimos días, países como Italia o Reino Unido han reinstaurado medidas como reducciones del horario comercial y toques de queda, o incluso confinamientos parciales para contener la oleada de contagios que sufre el continente.
El conflicto entre contener los deseos personales por el bien del público en general o ceder al placer individual está en el centro de la nueva lucha europea contra el virus.
España no es el único lugar donde se señala a las salidas nocturnas. En la región de Serres, en el norte de Grecia, se atribuyó un gran aumento de los casos a una fiesta de bienvenida para estudiantes universitarios de primer año.
Los residentes en Marsella, Francia, alertaron a la policía de que se oía música en un club nocturno que debía estar cerrado por las restricciones del virus, pero que había seguido con la fiesta.
El sábado, la policía de Londres descubrió una fiesta a la que asistía un millar de personas. La policía británica advirtió que se estaban utilizando propiedades arrendadas en plataformas de alquiler turístico como Airbnb para celebrar fiestas.
En agosto, la policía escocesa disolvió una fiesta con más de 300 personas en una mansión cerca de Edimburgo. Los propietarios dijeron en Facebook que el joven que había alquilado la casa parecía “muy amable” y que estaban conmocionados de que un vecino les hubiera dicho que “hubo una fiesta enorme y acudió la policía”.
Docenas de estudiantes han sido multados por organizar reuniones ilegales, incluidos cuatro estudiantes de grado en Nottingham, en el centro de Inglaterra, que recibieron la multa máxima de 10.000 libras (13.000 dólares) después de que la policía disolviera una fiesta en una casa.
“Lo último que queremos hacer como policías es imponer estas multas, pero tenemos una responsabilidad de hacer cumplir la ley y mantener a la gente a salvo”, dijo la asistente del jefe de policía de Nottinghamshire, Kate Meynell.
En España, la mayoría de la labor policial ha implicado enviar a casa a los que se quedaban más allá de la hora del toque de queda en espacios cerrados. Pero ha habido algunas excepciones llamativas.
El mes pasado, la policía intervino cuatro veces en ocho días un burdel de la región de La Rioja por incumplir las normas sanitarias diseñadas para combatir los contagios. El propietario podría ser sancionado con hasta 100.000 euros (116.000 dólares).
En Madrid, la policía detuvo el rodaje de una orgía de 50 personas. Un pornógrafo que organizó el evento con una convocatoria abierta de casting titulada “Delito contra la salud pública”.
El fin de semana anterior a que entrara en vigor el toque de queda en España, la policía de Madrid también disolvió unas 30 fiestas que violaban la prohibición de reuniones de más de seis personas. Incluso con el toque de queda en vigor, la policía disolvió más de 100 reuniones de esa clase en viviendas y 22 botellones el viernes por la noche.
El 30% de los nuevos contagios confirmados en Madrid eran personas de entre 15 y 29 años, y el 80% de las infecciones conocidas se produjeron en grupos de amigos o familiares, según las autoridades regionales.
El vicepresidente del gobierno regional, Ignacio Aguado, pidió a los jóvenes que tuvieran en cuenta la consecuencias de su diversión.
“Esa fiesta de hoy se puede convertir en el velatorio de tu padre o de tu abuelo en siete días o menos”, afirmó.