Un concurrido refugio para migrantes en el sur de México se quedó sin médico. Un programa para brindar apoyo de salud mental a jóvenes LGBTQ+ que huyen de Venezuela fue disuelto. En Colombia, Costa Rica, Ecuador y Guatemala cerraron las llamadas “oficinas de Movilidad Segura” donde los migrantes pueden solicitar autorización para ingresar legalmente a Estados Unidos.
Apenas una semana después de que inició el nuevo gobierno de Donald Trump, su orden de detener la ayuda exterior de Estados Unidos ya tiene un efecto profundo en un tema que lo impulsó a la Casa Blanca: la inmigración.
En toda Latinoamérica, las organizaciones de base que ayudan a los migrantes han sido diezmadas, el ya peligroso viaje hacia el norte se ha vuelto más confuso, y pende de un hilo el futuro de los programas para erradicar la violencia, la pobreza y las violaciones de los derechos humanos que han impulsado niveles históricos de migración en los últimos años.
Trump, a pocas horas de asumir el cargo el 20 de enero, ordenó un congelamiento de 90 días de la mayor parte de la asistencia exterior estadounidense desembolsada a través del Departamento de Estado. La decisión detuvo de inmediato miles de programas humanitarios, de desarrollo y de seguridad que tenían financiamiento de Estados Unidos en todo el mundo, y obligó a las organizaciones de ayuda y a los socios estadounidenses en el terreno a recortar a cientos de trabajadores humanitarios.
Estados Unidos es, por mucho, la mayor fuente de asistencia exterior del mundo, aunque varios países europeos destinan una parte mucho mayor de sus presupuestos. Si bien la ayuda a África eclipsa los aproximadamente 2.000 millones de dólares que recibe Latinoamérica anualmente, el hemisferio occidental ha sido por mucho tiempo una prioridad de gasto tanto de los gobiernos demócratas como de los republicanos.
La región está estrechamente vinculada con Estados Unidos a través del comercio y la migración, así como por el flujo de narcóticos. Y la creciente influencia de China y Rusia en los últimos años no ha hecho más que aumentar la importancia estratégica de lo que antes se denominaba, despectivamente, “el patio trasero de Washington”.
Ese vínculo cercano es un mensaje que el secretario de Estado Marco Rubio probablemente reforzará cuando a partir del sábado visite Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana en su primer viaje oficial al exterior.
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