La gran mayoría de los habaneros ignoran que hasta hace muy poco, en uno de los vecindarios más exclusivos de la capital cubana, vivían rodeados de secretismo y protegidos por un fuerte dispositivo de seguridad un grupo de rebeldes con órdenes rojas de captura en la Interpol por terrorismo.
Al menos 10 integrantes de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que se encontraban en Cuba para negociar con el Gobierno de Colombia pasaron a ser prófugos a principios de 2019, cuando el entonces presidente Iván Duque decidió suspender indefinidamente los diálogos de paz tras un sangriento ataque a una escuela de cadetes en Bogotá, reivindicado por los insurgentes.
Los jefes negociadores con órdenes de captura fueron Pablo Beltrán, el jefe negociador; Aureliano Carbonell, Silvana Guerrero, Manuel Gustavo Martínez, Alirio Sepúlveda, Isabel Torres, Consuelo Tapias, Tomás García Laviana, Viviana Henao y Óscar Serrano.
Si bien ya los guerrilleros vivían en La Habana con muy bajo perfil, después de la suspensión del diálogo su presencia se volvió casi inexistente, recordando que estaban en el país a través de entrevistas esporádicas a medios selectos, siempre bajo el ala protectora del Gobierno cubano, que actúa de intermediario en casi todas las interacciones de los insurgentes con el mundo exterior.
De la selva a un exclusivo paraíso tropical
Cuando miles de cubanos se apresuraron a hacer las maletas y escapar tras la entrada a La Habana de los rebeldes de Fidel Castro en 1959, muchos de la clase alta dejaron atrás sus mansiones. Algunos, apresurados por partir o confiando en que esta sería una revolución efímera, dejaron la mayoría de sus joyas y preciadas posesiones atrás. El Gobierno de Castro no perdió tiempo y reclamó para sí cientos de propiedades en La Habana y otras ciudades del país.
Los nuevos dueños iban y venían haciendo inventarios y embalando cuadros, esculturas, joyas y muebles. Una parte de los palacetes y lujosos apartamentos dejados atrás fueron convertidos en escuelas y sedes de instituciones. Otra parte, la gran mayoría, fue repartida entre la nueva clase dirigente.
En La Habana, escondida entre la vegetación y rejas custodiadas por militares, se encuentra El Laguito, una exclusiva comunidad cerrada expropiada a los antiguos millonarios cubanos donde el Gobierno comunista aloja a sus invitados más ilustres. Desde hace décadas la comunidad cuenta con uno de los dispositivos de seguridad más impenetrables del país.
Un enjambre de más de 100 casas de protocolo rodeadas por palmeras y árboles de un perenne verde, campos de golf, servicio dedicado de mayordomos y choferes, piscinas privadas donde descansar del calor tropical y acceso casi ilimitado a comidas que muchos en la isla no pueden ni soñar, El Laguito es una Cuba desconocida para la gran mayoría de sus habitantes.
“Recibíamos a todo tipo de personalidades, desde artistas, deportistas hasta presidentes. Recuerdo una vez a Dilma Rouseff, cuando era presidenta de Brasil, que se quedó en la casa en la que yo trabajaba. Fue muy amable con nosotros”, aseguró a la Voz de América Luisa, una extrabajadora doméstica del complejo.
Luisa, que vive en la Florida desde hace dos años y prefiere no revelar su apellido, confiesa que El Laguito es “una Cuba diferente, donde la comida y el lujo no escasean” para los huéspedes.
Gabriel García Márquez, Maradona, Hugo Chávez y más recientemente Cristina Fernández, Luiz Inácio Lula Da Silva y Nicolás Maduro han sido huéspedes asiduos de El Laguito. Los negociadores de paz de las FARC establecieron allí residencia permanente durante los cuatro años de diálogo con el Gobierno de Colombia, sostenido entre 2012 y 2016 en el cercano Palacio de Convenciones de La Habana.
Cuando en 2018 se trasladó la sede de las negociaciones entre el ELN y el Gobierno colombiano, los rebeldes pasaron a disfrutar del mismo privilegio que sus antecesores, con algunas diferencias clave.
Una vida casi fantasma
A diferencia de los negociadores de las FARC, a los que se podía ver comiendo en restaurantes y disfrutando de la vida nocturna de La Habana, al menos durante los primeros años de su estancia, los delegados del ELN han preferido pasar desapercibidos.
“En El Laguito hay varios niveles, no todas las casas de protocolo son iguales. En las más lujosas se quedan los personajes. También hay algunas más modestas, pero igual de cómodas y con servicios parecidos”, explica Luisa. Estas casas “más normales” han sido el hogar de los guerrilleros desde 2018 hasta ahora.
Tras empantanarse los diálogos de paz entre el ELN y el Gobierno de Colombia en Ecuador, las conversaciones pasaron a tener sede en Cuba, una elección que no fue fortuita. La Habana probaría ser la decisión acertada para los guerrilleros al negarse a extraditarlos cuando el expresidente Iván Duque emitió las órdenes de captura. La Habana se escudó en los protocolos diplomáticos de los diálogos y su estatus como garante.
De los negociadores que quedan en Cuba poco se sabe. El número dos de la guerrilla y jefe de la delegación de paz del ELN, Israel Ramírez, alias Pablo Beltrán, es quien da la cara cada cierto tiempo en entrevistas pactadas con ayuda del Gobierno cubano y dentro del propio complejo El Laguito. Los periodistas deben tramitar sus peticiones con el Centro de Prensa Internacional, que forma parte de la Cancillería de la isla. Varios meses suelen pasar entre las peticiones y la fecha de la entrevista.
Generalmente estos encuentros suelen ser breves. Los periodistas son recibidos en las casetas de entrada y, tras una revisión de sus documentos, son escoltados hasta la casa designada. El entrevistado suele llegar un poco después. La entrevista generalmente dura una hora y el guerrillero se despide para no volver a resurgir a la luz pública en semanas.
Entre los guerrilleros con órdenes de captura estaba también Víctor Orlando Cubides, alias Aureliano Carbonell, uno de los miembros más antiguos del Comando Central del ELN, al que también pertenece Luz Amanda Pallares, alias Silvana Guerrero. Guerrero, quien la Fiscalía colombiana cree estaría en Venezuela, fue relacionada con el atentado a la escuela de cadetes que terminó con las conversaciones en 2019.
A Juan de Dios Lizarazo, alias Alirio Sepúlveda, representante del Frente de Guerra Oriental del ELN, también se le vincula al sangriento atentado.
De vuelta a la mesa de negociaciones
Apenas cuatro días después de su toma de posesión el 7 de agosto, el nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, envió a una delegación oficial a reunirse con los negociadores de paz del ELN.
Petro, exguerrillero él mismo, cumplía así una de sus promesas de campaña: poner fin de una vez al conflicto con el grupo insurgente y alcanzar una paz duradera en el país, basada en acuerdos bilaterales.
Por su parte, Beltrán había dado muestras una y otra vez de estar en la disposición de dialogar con quien fuera que ocupara la Casa de Nariño.
Tras la reunión en Cuba, el Gobierno de Petro anunció que volvería a la mesa de negociaciones y unos días más tarde el propio presidente confirmó que levantaba las órdenes de captura a los 10 negociadores, entre ellos Pablo Beltrán.
“He autorizado restituir los protocolos, permitir de nuevo negociadores, permitir que puedan reconectarse con su organización, suspender órdenes de captura a esos negociadores, suspender órdenes de extradición a esos negociadores, para que comience un diálogo con el ELN, para intentar construir el camino, ojalá rápido y expedito, en donde esta organización deje de ser una guerrilla insurgente en Colombia”, afirmó el presidente colombiano en un acto el pasado 21 de agosto.
A pesar de los avances, poco se conoce aún del destino de las conversaciones. Ninguna de las partes ha anunciado posibles fechas y con la proposición hace unos días de España como nueva sede por el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la continuidad de Cuba como anfitriona queda en duda.
“Todo depende del ELN”, dijo Gustavo Petro, quien advirtió que los guerrilleros tienen la última palabra.
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