Hay un sitio en Cleveland donde la brisa de verano se mezcla con el pesado ambiente político. Un lugar donde los Cosmopolitan y Whiskey Sour se mezclan con el árido discurso de la pólita pública. La Convención Nacional Republicana.
El whiskey acaramela los cubos de hielo. Un vaso pesado sobre la barra rústica del toldo blanco. Las luces de patio iluminan las inmensa plaza del Quicken Loans Arena.
“Absolutely necessary” ("absolutamente necesario") dice Vince Lombardi, de Yonkers, Nueva York, mientras saborea la espuma de su cerveza cruda. Los estadounidenses tienen una forma distinta de celebrar la política.
Escuchando música country, tomando cocteles sobre el césped mientras discuten los detalles para derrotar a sus rivales. Es House of Cards.
Carne asada, puestos de sushi, hamburguesas y burritos tapizan la explanada llena de gente colorida, alegre, escandalosa.
Hombres con sombreros tejanos, mujeres atavidas a lo Tío Sam. Todos tienen algo que decir y tomar.
“He estado en dos convenciones y muchas veces lo mejor no es está en el (piso), donde se dan los discursos, sino en la zona de cocteles”. Mark Woodword viene de Tennesse y su acento es inconfundible. “Vamos a pulverizar a Hillary”. Ríe y sus dientes no pueden ser más blancos.
Los republicanos están de fiesta. Esta ha sido una campaña tóxica, divisiva, llena de sorpresas y hasta de traiciones. En medio de los discursos generados dentro de la Arena, esta plaza cura las heridas políticas, estimula ese encuentro accidental que muchos aprecian y otros, años después, repudian amargamente.
La tarde cae y suaviza el color del frío vino blanco. “This is America the beautiful” ("Esta es América la bella") Mark sonríe y se aleja con su alta y rubia esposa.