Miles de presos de conciencia en China continúan siendo víctimas de la extracción forzada de órganos con fines de lucro, una violación “sistemática” a los derechos humanos que ha sido denunciada desde 2006 por dos investigadores nominados al premio Nobel de la Paz y por la ONU, según una ONG con sede en Washington.
El grupo Doctores Contra la Cosecha Forzosa de Órganos (DAFOH, por sus siglas en inglés) organizó un foro paralelo a la asamblea general de la Asociación Médica Mundial en Montevideo, que se junta entre el 12 y 15 de octubre, para denunciar que el gobierno chino no ha tomado medidas suficientes que acaben con esta práctica aberrante.
China reconoció en 2005 que “más del 90% de los órganos” que obtiene para trasplantes son de prisioneros ejecutados -unos 1.600 al año, según Amnistía Internacional-, tal como contó a la Voz de América el neurólogo estadounidense Alejandro Centurión, integrante de DAFOH que viajó a Uruguay.
El médico dijo que presentarán el jueves 13 de octubre una resolución a la Asociación Médica Mundial pidiendo una enmienda a la ley de trasplantes en China que prohíba el uso de órganos de prisioneros ejecutados. Aunque la ley estipula que los sentenciados pueden dar su “libre consentimiento”, es engañoso creer que bajo las condiciones en las que se encuentran tengan otra opción, sostuvo.
La resolución, entre otras cosas, también pide que la Asociación Médica Mundial reitere la prohibición de la extracción involuntaria de órganos no sólo de prisioneros ejecutados, “sino de todos los individuos en centros de detención, hospitales y otros lugares de confinamiento”, explicó Centurión, esto es, de prisioneros que no han sido sentenciados a muerte, especialmente de presos de conciencia.
Parece una película de terror pero no lo es. Comenzó a finales de los 90, principios del año 2000. “Hubo una creciente demanda de órganos. Ellos (en China) vieron que se podía hacer mucho dinero vendiendo y trasplantando órganos. Pero la cantidad de prisioneros ejecutados ya no era suficiente para suplir la demanda de órganos”.
Por razones culturales, la donación de órganos es de menos del 5% en China, pese a que la Cruz Roja intentó promover esta práctica en una campaña reciente que fue un fracaso. Se empezó a recurrir entonces a los prisioneros de consciencia tal como los tibetanos, los musulmanes uigures y sobre todo los practicantes de Falun Gong, una disciplina espiritual milenaria de la escuela budista que por su popularidad fue prohibida por el gobierno chino en 1999.
Los integrantes de Falun Gong forman el grupo de presos de conciencia más grande del mundo y representan el 66% de los casos de tortura en el país asiático, según estimaciones de Naciones Unidas.
El Departamento de Estado de EE.UU. estimó en su informe sobre derechos humanos en China de 2009 que, "según algunos observadores extranjeros", los practicantes de Falun Gong representan por lo menos la mitad de los 250.000 prisioneros oficialmente registrados en campos de reeducación de trabajo forzado, aunque fuentes de Falun Gong en el extranjero estiman que el número es mayor.
Es difícil establecer cifras precisas del número total de prisioneros de conciencia dada la falta de transparencia en China, explicó Centurión. Algunas organizaciones como Laogai Research Foundation estiman que puede haber hasta un total de 5 millones de encarcelados en estos campos de trabajo llamados "Laogai". “La idea es que hay muchos, y al ser muchos, son una fuente de donde se pueden sacar órganos”, sostuvo.
En 2006, dos canadienses, David Matas, un abogado internacional especializado en asuntos de derechos humanos y David Kilgour, ex miembro del Parlamento y ex secretario de Estado de Canadá para Asia-Pacífico, llevaron a cabo una investigación independiente al respecto de este fenómeno. La exhaustiva investigación –con todos los contratiempos que puede significar acceder a cifras en un régimen totalitario- les valió una nominación al premio Nobel de la Paz en 2010.
Obtuvieron testimonios de presos que se escaparon o fueron liberados y también analizaron llamadas donde un investigador se hizo pasar por un paciente, llamando a hospitales en China donde doctores afirmaron tener órganos de integrantes de Falun Gong.
Asimismo, analizaron cifras oficiales del gobierno chino y descubrieron que no cierran: entre 2000 y 2005 se realizaron 60.000 trasplantes en China, un aumento significativo en comparación con los 18.500 trasplantes hechos entre 1994 y 1999. Si los condenados a muerte se mantuvieron en torno a los 1.600 en todos estos años y las donaciones de órganos fueron mínimas, no había cómo explicar los 41.600 trasplantes adicionales entre 2000 y 2005. Considerando las evidencias y el hecho de que en 1999 comenzaron las persecuciones contra Falun Gong, el gran aumento de trasplantes a partir de 2000 es un indicio de que los órganos de prisioneros practicantes de Falun Gong son utilizados con este fin.
El 20 de marzo de 2007, Manfred Nowak, el relator especial de la ONU sobre Tortura, publicó un informe que confirma los resultados de la investigación de 2006: “La sustracción forzada de órganos se ha infligido en una gran cantidad de practicantes de Falun Gong contra su voluntad en una amplia diversidad de lugares, con el fin de disponer de los órganos para las operaciones del trasplante”.
Centurión dijo a la Voz de América que si bien en los últimos años el número de trasplantes en China ha bajado a unos 10.000 por año de un máximo de unos 15.000 en 2005, y también se han reducido el número de ejecuciones de prisioneros, los números aún no cierran. “Siguen habiendo más trasplantes de lo que se puede explicar con la ejecución de presos”, aseguró.
“Es algo…te lo cuentan al principio y es difícil de creer que existe tanta crueldad”, reconoció. “Está ocurriendo, pero mucha gente todavía no lo sabe. Si uno lo estudia a fondo y mira las evidencias verá que son contundentes”.