La economía China, la segunda más grande del mundo, creció en 6,9 por ciento en el último trimestre, el ritmo más lento en seis años, aunque un aumento en el consumo evitó que el crecimiento fuera aún menor.
Los chinos han cambiado de prioridades, en lugar de importar petróleo y materia prima para impulsar la industria pesada y la construcción, compran vinos europeos, trigo y frutas frescas de Australia, tecnología médica y otros artículos de Estados Unidos.
Pero aunque el crecimiento económico chino llegara a caer al 6,5%, continuará siendo el segundo mejor en el mundo, detrás de la India, que según proyecciones del Fondo Monetario Internacional será del 7,5 por ciento.
Otro matiz a tomar en cuenta es que mucha de esta ralentización económica es autoimpuesta. Previendo un incremento del desempleo y protestas, el gobierno comunista ha recortado las tasas de interés cinco veces desde noviembre pasado en un esfuerzo por estimular el crecimiento.
Por esta razón el sector manufacturero se ha contraido mientras que las empresas de consumo se han expandido.
El FMI prevé que China crezca 6,3 por ciento el próximo año y 6 por ciento en 2017.
Los líderes chinos han estado tratando de convencer a los nerviosos mercados mundiales que su economía está bajo control luego de haber devaluado el yuang y de una profunda caída de las acciones durante el verano.