Felipe descansa en una hamaca colgada en los polines de su vieja casa. Con sus ennegrecidas uñas corta los gajos de una mandarina y se queja: “He estado bien fregado, viera. Un catarro que nunca había tenido me tiene sin poder hacer nada”.
Él vive en San José Las Flores, un pueblo al norte de El Salvador conocido por su modelo de organización comunitaria. Este pequeño municipio fue uno de los más golpeados por la guerra civil salvadoreña que terminó hace 28 años.
Felipe, quien combatió en esa guerra, sufre hoy una enfermedad respiratoria de la que no se mejora. Eso lo obligó a buscar ayuda médica en otros municipios. “Cuando lo oyen a uno que ha estado con tos y dolor le dicen que no”, relata. Hasta que en Guarjila, un municipio cercano, encontró un doctor que le dijo “yo a usted lo conozco”, lo examinó y le diagnosticó neumonía. Esa consulta le costó cinco dólares.
Pese a que los más de 1.600 habitantes de San José Las Flores cumplen una estricta cuarentena voluntaria, el coronavirus parece acecharles como enemigo invisible.
La rutina del pueblo se ha paralizado. Los niños ya no juegan en la cancha del parque central y los ancianos ya no se reúnen en el quiosco por las tardes.
La iglesia frente al parque está cerrada. Así como varias tiendas. Algunas que aún permanecen abiertas tiene cinta amarilla alrededor, para evitar que los compradores se acerquen demasiado.
Los empleados de la alcaldía atienden desde las ventanas a quienes llegan a hacer algún trámite.
Las defensas de las puertas de las casas y de algunos negocios están protegidas con plástico. La mayoría de habitantes de San José Las Flores usa mascarilla, incluso los más ancianos.
“Yo ya dije que si la muerte me llega yo no le tengo miedo, pero la mujer sí me preocupa porque ha estado peor que yo”, dice Felipe quien hace poco cumplió 64 años.
Las cifras oficiales no reportan casos de COVID-19 en San José Las Flores, pero la realidad es que hace 20 días hubo un caso positivo y varios de sus habitantes fueron diagnosticados con neumonía.
La alcaldesa del lugar no sabe explicar por qué ese caso no aparece registrado en las estadísticas oficiales.
“Nosotros nos hemos preocupado desde el momento en que inició la emergencia. Hemos puesto cordón sanitario, supervisado ventas. Hemos orientado todas las medidas sanitarias: uso de mascarilla, de alcohol gel. Hemos hecho perifoneo diario, pero sí, ya tuvimos un caso”, explica la alcaldesa de San José Las Flores, Buenaventura Tobar.
El primer caso fue diagnosticado en la Unidad de Salud del municipio. La persona no tuvo síntomas de la COVID-19 y luego de los 14 días de cuarentena retornó a sus labores. A este caso se suman seis casos sospechosos. El médico y director de la Unidad de Salud del municipio, Julio Antonio Mártir, explica que el protocolo con estos pacientes es aislarlos, pues realizarles las pruebas es una opción lejana.
La clínica luce desolada. Las sillas de espera han sido cubiertas con cinta adhesiva para obligar a los pacientes a guardar la distancia. Los lugareños prefieren quedarse en casa y no consultar por enfermedades comunes.
En la casa de Felipe todos tienen problemas respiratorios, su esposa y sus hijos.
A dos cuadras, José mantiene cerrado su negocio de alimentos a causa de una neumonía que lo aqueja.
En San José Las Flores hay incertidumbre. Nadie sabe si hubo más contagios. “Esto que tengo no es normal. Antes tenía catarro en las mañanas, sobre todo porque es un poco fresco, pero hoy me agarra a toda hora del día. La desgracia es que aquí nadie viene a hacer pruebas”, dice Felipe.
A cien kilómetros de ahí, en San Salvador, el investigador de la Universidad Francisco Gavidia, Óscar Picardo, ha propuesto focalizar el combate a la epidemia, observar y estudiar a los municipios donde solo hay uno o dos casos, a fin de evitar que el virus se expanda aún más.
Con 10.957 casos diagnosticados hasta el 15 de julio, El Salvador tiene la segunda tasa de contagio más baja en Centroamérica, con 167 contagios por cada 100.000 habitantes; le sigue Costa Rica con una tasa de 183; Guatemala con 190 y Honduras con 324.
San José Las Flores es solo uno de los 34 municipios salvadoreños que el 15 de julio no contaba con ningún caso, según las cifras oficiales. Estos municipios son el último bastión donde la COVID-19 aún no ha logrado minar la salud y la esperanza de El Salvador más sencillo y rural.