Después de casi cinco meses de cuarentena, Panamá reabría el lunes de forma limitada barberías, salones de belleza y las ventas minoristas y de automóviles en un esfuerzo por reactivar la economía mientras se preparaba para otro posible repunte de los casos de coronavirus.
Empujado por una economía golpeada y con el desempleo en auge debido al largo confinamiento que ha impactado más duro a las provincias, incluida la capital, y la colindante Panamá Oeste, el gobierno también decidió reactivar docenas de proyectos de construcción públicos y privados en fases avanzadas y permitir el reinicio de labores de las organizaciones no gubernamentales.
En mayo y junio Panamá había reabierto las primeras actividades, a las que se atribuye en buena medida el fuerte repunte posterior de los contagios comunitarios.
“Ya no podemos esperar más dentro de nuestras casas”, dijo a The Associated Press José Vergara, de 60 años y quien se disponía a abrir su pequeña barbería en una zona de la periferia capitalina después de mantenerla cerrada desde marzo.
Expertos en salud sostienen que el país centroamericano de 4.5 millones no aguanta más la cuarentena y las restricciones de movilidad, que muchos también ponen en duda al mencionar los 600.000 salvoconductos que el gobierno ha otorgado para transitar en las calles y el incumplimiento de mucha gente, incluidas salidas a la playa y fiestas numerosas en residencias de altas autoridades y funcionarios.
“Yo creo que ya podemos ir levantando la cuarentena y comenzando a salir a la calle”, señaló el doctor Jorge Luis Prosperi, exrepresentante de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) en países como Ecuador y Nicaragua. “Me baso en el hecho que, prácticamente desde el 1 de julio mantenemos una cifra relativamente estable en términos de casos nuevos y de defunciones”.
Desde ese mes los contagios al día han promediado los 1.000 y el porcentaje de positividad de las pruebas que se realizan, mientras los decesos se han mantenido ligeramente por debajo de los 30 por día, dando un aparente respiro al sistema sanitario público y espacio al gobierno para habilitar más camas para pacientes moderados y graves.
La oficina de la OPS/OMS en Panamá indicó que al 11 de agosto el país tenía 41% de disponibilidad de camas en salas, 26% en Unidades de Cuidados Intensivos y 55% de ventiladores disponibles.
El gobierno del presidente Laurentino Cortizo, que vio debilitada su imagen por escándalos de corrupción surgidos durante la pandemia y la pérdida de confianza en su batalla contra el virus, está por abrir una nueva instalación con más de un centenar de camas, al tiempo que busca sumar más médicos especialistas e incluso negocia un acuerdo con Cuba al respecto.
Simultáneamente, el gobierno está presionado a reactivar una economía que según los pronósticos podría caer entre 2% y 4%, con el desempleo duplicándose posiblemente de 7% a 14%, este año. Hasta hace poco más de cinco años Panamá era la envidia en Latinoamérica por su tasa de crecimiento.
La actual reactivación tiene sus limitaciones y genera dudas. Una de ellas es que en el caso de las provincias de Panamá y Panamá Oeste, que mantienen los mayores contagios y muertes por COVID-19, se mantendrán las restricciones con salidas por género y por poco tiempo.
Las barberías y salones de belleza tendrán que trabajar con citas y a un 50% de capacidad, pero muchos se preguntan si dos horas serán suficientes para recibir el servicio. Las ventas minoritas tendrán que hacerse por Internet o vía telefónica y los compradores recibirán sus artículos en casa o los buscarán en un lugar establecido por el comercio cumpliendo las medidas de bioseguridad.
Hasta el domingo Panamá acumulaba casi 82.000 contagios y 1.767 decesos por COVID-19.