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Campesinos y agricultores salen a despedir a Fidel


Grandes multitudes han coreado su nombre y han hecho valla en calles y carreteras para saludar al paso de la procesión con que lleva las cenizas de Castro.
Grandes multitudes han coreado su nombre y han hecho valla en calles y carreteras para saludar al paso de la procesión con que lleva las cenizas de Castro.

En la campiña cubana, la lealtad y admiración por Castro supera el desencanto y los problemas que trajo la revolución.

Las cenizas de Fidel Castro parten este viernes de Camaguey a Bayamo en el mismo día en que se cumple el 60 aniversario del desembarco del yate Granma que marcó el camino de la revolución en sentido contrario al que hoy hace el cortejo fúnebre.

El tributo a Fidel ha alcanzado niveles casi religiosos desde su muerte a las 90 años el 25 de noviembre.

Grandes multitudes han coreado su nombre y han hecho valla en calles y carreteras para saludar al paso de la procesión con sus cenizas, que partieron de La Habana el miércoles y se dirigen al extremo oriental de Santiago de Cuba.

El viernes, los residentes de El Guayabo, uno de los pueblos a lo largo del recorrido, saldrán a decir el último adiós al hombre que les trajo atención médica, educación y algunas comodidades modernas.

“Le debemos todo”, dice Rafael Toledo, un ranchero de 71 años. “Nunca habrá otro como él”.

“Antes de la revolución, el campo no era lo que ven hoy”, continúa Toledo. “Mis padres trabajaban cortando caña, sembrando. Hicieron lo que pudieron para mantener una familia de 12, pero ni siquiera podían firmar. Cuando murieron podían leer y tenían electricidad, televisión y una refrigeradora”.

Antes de la revolución, El Guayabo era una estancia con una fábrica de queso propiedad de una familia cubana que huyó a Estados Unidos luego que Castro y su ejército rebelde tomó el poder. Bajo la reforma agraria que Castro comenzó en 1959, la tierra fue repartida a los que trabajaban en ella.

Pero aún con las mejoras traídas por la revolución, el campo sigue siendo improductivo y Cuba importa un gran porcentaje de lo que come.

“El problema de conseguir lo que necesitamos, el alimento y las herramientas, es serio, dice Julio César Camejo, quien junto a su esposa, Yudisleidy Borges, han abierto una lechería en Santa Elena, en la provincia de Avila, en el centro de la isla. Su obstáculo mayor ha sido el obsoleto sistema de planificación centralizado que mantiene un monopolio de todos los insumos agrícolas.

Y sin embargo, Yudisleidy asegura que los problemas en el campo no quitan el aprecio por el sistema socialista que trajo Castro.

“En el centro y en el oriente de Cuba, la gente siempre ha seguido a Fidel”, dice.

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