En sus esfuerzos por reducir sus emisiones de cambio climático casi a cero para 2050, Río de Janeiro ha elegido un lugar quizás poco probable para comenzar: sus contenedores de basura.
En una enorme planta de tratamiento de residuos cerca de Río, el gas metano liberado por la basura municipal enterrada se captura y se convierte en energía.
Todos los días, los camiones descargan 10.000 toneladas de desechos en la planta de tratamiento CTR en Seropedica, a unos 60 kilómetros al noroeste de Río de Janeiro.
La planta convierte los desechos domésticos e industriales de comida, creando una fuente importante de emisiones generadoras de cambio climático, en biogás que se vende a las industrias o a la compañía estatal de gas.
La planta de tratamiento de residuos, inusual en América Latina, puede producir 20.000 metros cúbicos de gas purificado por hora, según José Henrique Monteiro Penido, jefe de sostenibilidad ambiental de COMLURB, la compañía de gestión de residuos de Río.
"Todos hablan sobre el reciclaje, pero el mayor problema ambiental es la fracción orgánica de la basura", dijo.
Una vez en un relleno sanitario, el material podrido libera metano que puede, a corto plazo, impulsar el cambio climático a un ritmo mucho más rápido que las emisiones de otras fuentes, como automóviles o acondicionadores de aire.
Ese gas, y el lodo que queda de los residuos putrefactos, "es el problema más serio", aseguró Penido.
Río de Janeiro, parte de la iniciativa C40 Cities, una red de ciudades que impulsa la acción climática, se ha comprometido a reducir en un 20 por ciento sus emisiones entre 2005 y 2020.
Según las Naciones Unidas, las ciudades representan aproximadamente tres cuartas partes de las emisiones de dióxido de carbono y consumen más de dos tercios de la energía mundial.
Desde la plantación de árboles hasta la promoción de energías renovables y métodos de transporte más limpios, como los automóviles y autobuses eléctricos, cada ciudad está logrando sus objetivos de neutralización de emisiones de carbono de diferentes maneras y con distintos grados de éxito.
En el caso de Río de Janeiro, los cambios en el tratamiento de residuos son responsables de aproximadamente dos tercios de las reducciones de emisiones realizadas hasta el momento, según José Miguel Carneiro Pacheco, gerente de cambio climático y desarrollo sostenible del departamento de conservación y medio ambiente de la ciudad.
La producción de biogás de la planta de Seropedica solo representa un tercio de las reducciones en las emisiones hasta ahora en Río de Janeiro, explicó Pacheco.
No está claro si Río de Janeiro alcanzará sus objetivos de reducción de emisiones en su totalidad para 2020, y el objetivo está en riesgo, dicen funcionarios y ambientalistas.
La falta de inversión privada y los retrasos en las obras públicas a gran escala han reducido la estimación del gobierno de la ciudad de los posibles recortes de emisiones para 2020 al 18 por ciento "si todo sigue como está", dijo Pacheco.
El lanzamiento de un centro de tratamiento de residuos adicional, por ejemplo, se ha retrasado, al igual que una nueva línea de tren de metro para la ciudad, así como la instalación de nuevos carriles de autobuses expresos de alta capacidad.
Los objetivos de 2020 aún podrían lograrse, acotó Pacheco, pero solo si los proyectos retrasados, u otros esfuerzos, siguen adelante.