La cantante Beyoncé llegó a la capital estadounidense, Washington D.C. y llenó el centro Verizon con su gira mundial Mrs. Carter, el lunes 29 de julio.
El espectáculo comenzó sobre las 9 de la noche, y tras un rato de espera y expectación las luces se apagaron y los centenares de personas que llenaban el Verizon estallaron en su impaciencia de ver aparecer sobre el escenario a su estrella.
Una tela inmensa que cubría la parte trasera del escenario y donde aparecía la inicial B del nombre de la artista con el logo de su imperio, se desprendió y la pantalla que estaba encima del escenario comenzó a bajar despacio y un vídeo de la artista hizo de presentación.
En un entorno blanco y glamuroso Beyoncé aparecía caracterizada como una dama clásica, empolvada en blanco, y conforme el vídeo avanzaba, la pantalla fue descendiendo hasta alcanzar el nivel del escenario.
Fue entonces cuando aparecieron algunas bailarinas caracterizadas como las que acompañaban a Beyoncé en el vídeo de presentación que fueron caminando hacia la parte trasera del escenario, y entonces, al frente irrumpió desde el suelo la inequívoca silueta de la artista con un traje blanco, labios rojos y una melena suelta y rizada; lo que acaparó las miradas y emociones de los centenares de personas que conformaban un público que enloqueció al ver por fin en carne y hueso a la artista.
Las gradas y la pista temblaron por la emoción de los asistentes, pero hacía falta mucho más para mover a Beyoncé. Ella permaneció quieta unos instantes, con la mirada fija, hasta que empezó la música y empezó a moverse como si el estruendo la estuviera electrificando, entonces aparecieron dos bailarines a los que siguieron ocho bailarinas más y arrancó el espectáculo.
Un auténtico show
Con una correografía vertiginosa y un juego de luces acorde con el vestuario blanco arrancó el concierto con el remix de la canción “Run the world” y los asistentes no pudieron evitar enloquecer.
Siguió sin parar ni un instante a retomar el aliento con la canción “End of time” y prosiguieron las luces, los bailarines y un espectáculo absolutamente sin igual.
Llegó la tercera canción y Beyoncé quedó sola sobre el escenario, y tras susurrar con dulzura al público la letra de la canción “Flaws and all” desapareció del escenario.
La misma pantalla que al principio emitió la presentación, mostraba una nueva pieza de vídeo en la que Beyoncé hablaba de destrucción y de cómo de pronto esa realidad perfecta y bella que aparecía en la primera pieza era ahora totalmente decadente.
La estrella volvió a tomar el escenario con el primer cambio de vestuario de los muchos que vendrían después, y del negro pasó al blanco e interpretó el éxito “If I were a boy” mezclándolo con la música de “Bitter sweet symphony” y un juego de luces púrpuras que parpadeaban con cada golpe de música.
Beyoncé saludó por fin a la capital y entonces interpeló al público para que se diera la bienvenida a “Mrs. Carter”. Y tras hacerlo a la izquierda, derecha y pista central, siguió con su actuación.
Sobre el escenario dos plataformas sostenían a los músicos y coro. A la izquierda, dos teclados y tres mujeres que más adelante Beyoncé presentaría como “The Mamas” y a la derecha una guitarra eléctrica, 2 saxofones, una trompeta y una batería conformaban la orquesta que acompañó a la cantante toda la velada.
Una personalidad arrebatadora
Durante todo el espectáculo, Beyoncé derrochó energía, elegancia, sensualidad y un dominio del baile y de su voz que dejaba atónito a todos los asistentes. Las diferentes pantallas situadas a lo largo de todo el escenario hacían un juego de luces junto a los focos. Humo, confeti e incluso fuego salieron también del escenario convirtiendo la escena del Verizon en una auténtica fantasía protagonizada por una gran estrella.
Las actuaciones se fueron intercalando con fragmentos de vídeo que otorgaban un elemento muy personal a todo el espectáculo. Tras un fragmento en el que la artista explicaba cómo había comprendido que la sensualidad era además de un regalo algo que se combinaba con la inteligencia y la exclusividad; culminó con un vídeo en el que aparecían su marido y su hijo y Beyoncé reconocía haber vivido, haber hecho cosas maravillosas y ser muy feliz.
Estos fragmentos biográficos junto a su personalidad rompedora y un carácter original, entremezclado con un glamour clásico y fantasioso, crearon una actuación asombrosa con el más claro sello de la protagonista de la gira Mrs. Carter.
Los vídeos le sirvieron a Beyoncé para cambiar de vestuario y a cada cambio le seguían bailarines, luces y efectos. Y así se fueron sucediendo relevos de efectos, mátices, canciones… hasta que llegó uno de los puntos más emocionantes de todo el concierto.
Una plataforma situada en el medio de la pista se iluminó de azul, y en el escenario principal apareció un piano de cola y Beyoncé cantó enfundada en un traje de lentejuelas sobre él.
Entonces, un pequeño gancho llegó hasta el escenario y la cantante se agarró a éste y voló sobre la pista central hasta la plataforma situada al otro lado. Allí interpretó, además de otros temas, su clásico éxito con su primer grupo, las “Destiny’s Child”, “I’m a survivor” y volvió sobrevolando al público.
Canciones como sus conocidos éxitos “Baby boy” y “Naughty girl” o éxitos más recientes como “I care” y “Love on top” también fueron interpretados por la cantante.
Emocionante hasta el final
Aunque se sentía que el final se aproximaba la emoción no menguó en ningún momento. Un público entregado, siguió la actuación de la cantante con movimientos de manos, baile, saltos, gritos y respondiendo a toda interpelación que la cantante hizo hacia sus seguidores.
Beyoncé se guardó un as en la manga para el final de su actuación y con el estadio completamente a oscuras y un solo foco desde el fondo del escenario, la artista interpretó la canción “I will always love you” de la fallecida Withney Houston. La emoción del público fue desbordante y entonces Beyoncé puso el broche final a un concierto espectacular con su éxito “Halo”.
Tras dar las gracias al público, con una amplia sonrisa y profundamente emocionada, por su participación y ánimos, y tras presentar y pedir un aplauso para su pareja de bailarines, “The twins”, sus ocho bailarinas y su numerosa orquesta; la pantalla del principio empezó a descender y Beyoncé bailó tras de ella para regalar a sus miles de fans unos últimos instantes hasta que la pantalla tocó el suelo y la estrella se dio la vuelta.
Y con la misma firmeza y elegante sensualidad que irrumpió en el primer instante de la actuación, abandonó el escenario marcando sus pasos, y dejando la misma huella que dejan las grandes estrellas.
El espectáculo comenzó sobre las 9 de la noche, y tras un rato de espera y expectación las luces se apagaron y los centenares de personas que llenaban el Verizon estallaron en su impaciencia de ver aparecer sobre el escenario a su estrella.
Una tela inmensa que cubría la parte trasera del escenario y donde aparecía la inicial B del nombre de la artista con el logo de su imperio, se desprendió y la pantalla que estaba encima del escenario comenzó a bajar despacio y un vídeo de la artista hizo de presentación.
En un entorno blanco y glamuroso Beyoncé aparecía caracterizada como una dama clásica, empolvada en blanco, y conforme el vídeo avanzaba, la pantalla fue descendiendo hasta alcanzar el nivel del escenario.
Fue entonces cuando aparecieron algunas bailarinas caracterizadas como las que acompañaban a Beyoncé en el vídeo de presentación que fueron caminando hacia la parte trasera del escenario, y entonces, al frente irrumpió desde el suelo la inequívoca silueta de la artista con un traje blanco, labios rojos y una melena suelta y rizada; lo que acaparó las miradas y emociones de los centenares de personas que conformaban un público que enloqueció al ver por fin en carne y hueso a la artista.
Las gradas y la pista temblaron por la emoción de los asistentes, pero hacía falta mucho más para mover a Beyoncé. Ella permaneció quieta unos instantes, con la mirada fija, hasta que empezó la música y empezó a moverse como si el estruendo la estuviera electrificando, entonces aparecieron dos bailarines a los que siguieron ocho bailarinas más y arrancó el espectáculo.
Un auténtico show
Con una correografía vertiginosa y un juego de luces acorde con el vestuario blanco arrancó el concierto con el remix de la canción “Run the world” y los asistentes no pudieron evitar enloquecer.
Siguió sin parar ni un instante a retomar el aliento con la canción “End of time” y prosiguieron las luces, los bailarines y un espectáculo absolutamente sin igual.
Llegó la tercera canción y Beyoncé quedó sola sobre el escenario, y tras susurrar con dulzura al público la letra de la canción “Flaws and all” desapareció del escenario.
La misma pantalla que al principio emitió la presentación, mostraba una nueva pieza de vídeo en la que Beyoncé hablaba de destrucción y de cómo de pronto esa realidad perfecta y bella que aparecía en la primera pieza era ahora totalmente decadente.
La estrella volvió a tomar el escenario con el primer cambio de vestuario de los muchos que vendrían después, y del negro pasó al blanco e interpretó el éxito “If I were a boy” mezclándolo con la música de “Bitter sweet symphony” y un juego de luces púrpuras que parpadeaban con cada golpe de música.
Beyoncé saludó por fin a la capital y entonces interpeló al público para que se diera la bienvenida a “Mrs. Carter”. Y tras hacerlo a la izquierda, derecha y pista central, siguió con su actuación.
Sobre el escenario dos plataformas sostenían a los músicos y coro. A la izquierda, dos teclados y tres mujeres que más adelante Beyoncé presentaría como “The Mamas” y a la derecha una guitarra eléctrica, 2 saxofones, una trompeta y una batería conformaban la orquesta que acompañó a la cantante toda la velada.
Una personalidad arrebatadora
Durante todo el espectáculo, Beyoncé derrochó energía, elegancia, sensualidad y un dominio del baile y de su voz que dejaba atónito a todos los asistentes. Las diferentes pantallas situadas a lo largo de todo el escenario hacían un juego de luces junto a los focos. Humo, confeti e incluso fuego salieron también del escenario convirtiendo la escena del Verizon en una auténtica fantasía protagonizada por una gran estrella.
Las actuaciones se fueron intercalando con fragmentos de vídeo que otorgaban un elemento muy personal a todo el espectáculo. Tras un fragmento en el que la artista explicaba cómo había comprendido que la sensualidad era además de un regalo algo que se combinaba con la inteligencia y la exclusividad; culminó con un vídeo en el que aparecían su marido y su hijo y Beyoncé reconocía haber vivido, haber hecho cosas maravillosas y ser muy feliz.
Estos fragmentos biográficos junto a su personalidad rompedora y un carácter original, entremezclado con un glamour clásico y fantasioso, crearon una actuación asombrosa con el más claro sello de la protagonista de la gira Mrs. Carter.
Los vídeos le sirvieron a Beyoncé para cambiar de vestuario y a cada cambio le seguían bailarines, luces y efectos. Y así se fueron sucediendo relevos de efectos, mátices, canciones… hasta que llegó uno de los puntos más emocionantes de todo el concierto.
Una plataforma situada en el medio de la pista se iluminó de azul, y en el escenario principal apareció un piano de cola y Beyoncé cantó enfundada en un traje de lentejuelas sobre él.
Entonces, un pequeño gancho llegó hasta el escenario y la cantante se agarró a éste y voló sobre la pista central hasta la plataforma situada al otro lado. Allí interpretó, además de otros temas, su clásico éxito con su primer grupo, las “Destiny’s Child”, “I’m a survivor” y volvió sobrevolando al público.
Canciones como sus conocidos éxitos “Baby boy” y “Naughty girl” o éxitos más recientes como “I care” y “Love on top” también fueron interpretados por la cantante.
Emocionante hasta el final
Aunque se sentía que el final se aproximaba la emoción no menguó en ningún momento. Un público entregado, siguió la actuación de la cantante con movimientos de manos, baile, saltos, gritos y respondiendo a toda interpelación que la cantante hizo hacia sus seguidores.
Beyoncé se guardó un as en la manga para el final de su actuación y con el estadio completamente a oscuras y un solo foco desde el fondo del escenario, la artista interpretó la canción “I will always love you” de la fallecida Withney Houston. La emoción del público fue desbordante y entonces Beyoncé puso el broche final a un concierto espectacular con su éxito “Halo”.
Tras dar las gracias al público, con una amplia sonrisa y profundamente emocionada, por su participación y ánimos, y tras presentar y pedir un aplauso para su pareja de bailarines, “The twins”, sus ocho bailarinas y su numerosa orquesta; la pantalla del principio empezó a descender y Beyoncé bailó tras de ella para regalar a sus miles de fans unos últimos instantes hasta que la pantalla tocó el suelo y la estrella se dio la vuelta.
Y con la misma firmeza y elegante sensualidad que irrumpió en el primer instante de la actuación, abandonó el escenario marcando sus pasos, y dejando la misma huella que dejan las grandes estrellas.