Medio siglo después de haber sido construido y aun cuando ya fue derribado, el muro de Berlín, una de la fronteras más fatídicas que ha conocido el mundo, sigue suscitando recuerdos horripilantes.
Durante las sombrías décadas de la Guerra Fría, a lo largo del muro de 160 kilómetros y casi cuatro metros de alto, en la llamada Franja de la Muerte que partía en dos a Berlín y que literalmente dividía al mundo, perdieron la vida al menos 136 personas.
Esa es la cifra oficial de quienes murieron tratando de cruzar la línea divisoria entre las entonces Alemania Oriental y Alemania Occidental, aunque el número exacto de víctimas quizás nunca llegue a conocerse.
La mayoría de las víctimas cayeron acribilladas a tiros por guardias fronterizos de la Alemania comunista, desde que el muro fue construido el 13 de agosto de 1961 hasta su derribo el 9 de noviembre de 1989.
Durante una ceremonia para rememorar el medio siglo de su construcción, el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, recalcó que el muro debería servir como un recordatorio de lo importante que es la libertad y la democracia en todo el mundo.
Hablando ante una pequeña sección del muro que recientemente fue reconstruida como testimonio para la posteridad de lo que significó esa oscura era para los alemanes y el mundo, el alcalde subrayó que “el muro formó parte de una dictadura” y que no hubo “ninguna razón legítima ni justificación para la violación de los derechos humanos y los asesinatos” que se cometieron en él.
En 1988, el entonces gobernante de Alemania Oriental, Erich Honeker, alardeó de que el muro permanecería en pie 50 o 100 años más, pero en realidad poco después fue obligado a dimitir en octubre de 1989 y el muro terminó siendo destruido por los propios berlineses.