La Feria Internacional de Comercio de La Habana es donde Cuba trata de poner el mejor rostro a su atribulada economía.
Esta semana, hay restaurantes estatales con alimentos frescos, muestras de motocicletas eléctricas de Panamá y decenas de compañías del gobierno ofreciendo productos desde habanos y ron hasta langosta y camarón de cultivo.
Luego que el entonces presidente Obama anunciara en 2014 una mejora de relaciones con Cuba, la feria comercial anual se inundó de empresarios estadounidenses en busca de oportunidades. Había decenas de compañías estadounidenses, funcionarios de los estados y asociaciones, incluyendo la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Empresarios cubano-estadounidenses recorrían los pasillos, discutiendo la posibilidad de regresar a la isla tras décadas de exilio.
Sin embargo, ese auge sin precedentes no duró mucho, ya que las compañías comenzaron a percatarse de las dificultades de hacer negocios en Cuba, donde la burocracia estatal centralizada debe autorizar todas las inversiones extranjeras y las empresas estadounidenses son especialmente sensibles.
La presencia estadounidense comenzó a reducirse luego del anuncio del presidente Trump en 2017 de que iba a revertir la apertura hacia Cuba, seguido de dos años de crecientes sanciones a la isla y a su estrecho aliado Venezuela.
Este año, Cuba ha tenido más dificultades para hacer negocios a nivel internacional. Estados Unidos ha estado exhortando a bancos a suspender lazos con la isla y sancionando a los buques que transportan petróleo desde Venezuela.
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