Con las recientes campañas contra la violencia sexual, están aumentando las denuncias de ese tipo de incidentes ocurridos en universidades estadounidenses. La campaña conocida como #MeToo (#YoTambién) ha alentado a muchas mujeres a romper su silencio y expresar dolorosos episodios de agresión sexual sufridos en el pasado, incluso hace décadas.
En un caso en el Mount Holyoke College de Massachusetts, una mujer denunció al profesor que hace 35 años la manoseaba y besaba. La campaña “me hizo reevaluar ese incidente y llegar a la conclusión de que no puede ser, eso estuvo mal”, dice ahora la mujer, Ruth D’Eredita.
“Fui a esa universidad llena de energía, con ganas de ganarme una beca, de dedicarme de lleno a mis estudios y este hombre me consideraba como potencial pareja sexual”, dijo D’Eredita.
Ella es parte de una ola de mujeres que, inspiradas por el movimiento #MeToo, están recurriendo a sus antiguas universidades para que se reconozca el dolor sufrido, para lograr algo de consuelo o incluso en algunos casos, para buscar justicia.
Las denuncias, sin embargo, han ocasionado nuevas preguntas sobre cómo investigar esos casos ante normativas modernas basadas en ideas actualizadas de qué conductas son aceptables o inaceptables.
En muchos casos, las instituciones educativas enfrentan las mismas frustraciones que afloraron con el reciente debate sobre si el juez Brett Kavanaugh, acusado de agredir sexualmente a una joven hace décadas, debía ascender a la Corte Suprema. Lo cierto es que con el tiempo los recuerdos se nublan, no hay acuerdo sobre qué sucedió y algunos testigos se niegan a hablar.
Sin embargo, a diferencia del Senado o la Casa Blanca, que tienen poderosos recursos de investigación, las universidades se ven limitadas a tratar de averiguar la verdad sin tener jurisdicción más allá de su campus.
“No podemos obligar a la gente a declarar, no tenemos el mismo alcance ni la misma autoridad que sí tiene un tribunal”, expresó Rob Kent, director del departamento de lucha contra la discriminación sexual de la Universidad Estatal de Michigan.
Muchas universidades a lo largo y ancho de Estados Unidos dicen estar recibiendo un gran aumento de denuncias en los meses recientes, lo que atribuyen al movimiento #MeToo. En algunos casos, han visto denuncias que datan hasta de hace 50 años.
En la primera mitad de 2018, por ejemplo, la Universidad Estatal Michigan recibió 22 denuncias que databan de hace dos décadas o más, según documentos públicos obtenidos por The Associated Press. Eso se compara con nueve en los últimos cinco años sumados.
La mayoría de las denuncias son de mujeres que dicen haber sido agredidas por hombres, ya sean profesores, asesores u otros empleados de la universidad.
“Ahora las mujeres sienten que al fin tienen voz”, dijo Saunie Schuster, una abogada que asesora a diversas universidades y que fundó una asociación para la lucha contra la discriminación sexual. “Creo que es una tendencia que se verá por los próximos varios años”.
El fenómeno ha llevado a muchas universidades a repensar los límites de tiempo que antes habían impuesto sobre las investigaciones. La Universidad de Rutgers derogó el límite que tenía de dos años este mes, advirtiendo que ahora reevaluará todas las denuncias de abuso sexual.