El contraste era marcado.
Christine Blasey Ford estaba calmada y cuidadosa mientras testificaba en el Senado de Estados Unidos la semana pasada que el nominado a la Corte Suprema, Brett Kavanaugh, la asaltó sexualmente cuando era adolescente. Luego, Kavanaugh se sentó en la misma mesa y furiosamente negó las acusaciones. Replicó a sus interrogadores y calificó el proceso como una “desgracia nacional”.
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El comportamiento de Kavanaugh desencadenó una nueva línea de debate en su intento de ser confirmado a la Corte más importante de la nación - si es o no temperamentalmente adecuado para el trabajo. Mientras los senadores se preparan para realizar la última votación sobre su postulación, su furia ese día - y como el enfado en hombres y mujeres es percibido de forma distinta en la política y en general - ha estado al frente y en el centro de la conversación nacional.
“Los hombres blancos poderosos en este país por lo general han podido usar la rabia para enfatizar la seriedad en el punto que quieren hacer”, afirma Rebecca Traister, cuyo libro “Buena y enojada: el poder revolucionario de la rabia de las mujeres” sale esta semana.
“A las mujeres se les dice que si quieren ser tomadas seriamente, creíbles, respetadas, no deberían hablar desde la ira o usar un tono enojado”, afirma la escritora y agrega que “si lo hacen, van a sonar irracionales, no serias, emocionales y no confiables o respetables en el esfera pública o política”.
Kavanaugh fue capaz de elegir la rabia como herramienta en su propia defensa, “pero esa herramienta no estaba ni sobre la mesa para Christine Blasey Ford”, afirma Traiser a la Voz de América en Washington.
Al mismo tiempo, afirma, la rabia colectiva de las mujeres ha solido ser el catalizador para cambios sociales reales. Su libro detalla cómo movimientos estadounidenses desde la abolición y el sufragio hasta derechos civiles, derechos de las personas homosexuales y los derechos de las mujeres en los 70’s se aceleraron cuando las mujeres se unieron en la rabia por la injusticia que percibían del status quo.
“Si revisas la historia, aunque en realidad nunca nos han contado sus historias, hay mujeres furiosas en el comienzo de todos estos movimientos”, indica Traister.
Esto también podría ocurrir ahora. Las protestantes inundaron el edificio de oficina del Senado y marcharon hasta la Corte Suprema esta semana, pidiendo a los senadores votar en contra de la confirmación de Kavanaugh. El testimonio “él-dijo-ella-dijo”, con muy poco por ganar para Blasey Ford, fue solo el último en una serie de eventos que han molestado a las mujeres estadounidenses, especialmente aquellas que apoyan a los demócratas, desde que Hilary Clinton perdió la presidencia ante Donald Trump hace casi dos años.
El día después de su inauguración, el 21 de enero de 2017, millones tomaron las calles de Washington y otras ciudades en Estados Unidos y el mundo para la “Marcha de las Mujeres”, encendiendo la acción política que ha llevado a un número récord de mujeres candidatas para las elecciones de medio término el seis de noviembre.
“La rabia es una motivadora fuerza propulsora para todo tipo de activismo político”, indica la escritora, agregando que “hay una vasta y rica historia de mujeres uniéndose en frustración, resentimiento, angustia y furia en todo el mundo, y trabajando para cambiar la estructura que las contiene y subyuga”.
Por una protestante enojándose y demostrándolo la semana pasada, la activista y sobreviviente de abuso sexual Ana Maria Archila, cambió la conversación. Ella fue una de las dos mujeres que enfrentaron al senador republicano Jeff Flake en un asesor, exigiendo que tomara el testimonio de las sobrevivientes en cuenta en su decisión sobre Kavanaugh.
En una entrevista, Archila explica que reaccionó a los reportes de que Flake le daría su apoyo incondicional a Kavanaugh, y decidió mostrar cómo realmente se sentía.
“Estaba reaccionando a cómo eso se sentía en mi cuerpo, lo que eso significaba para mis hijos, y creo que en realidad no iba a tratar de censurarme, no iba a tratar de ser obediente y comportarme bien”, afirma. “En realidad iba a tratar de ayudarlo a entender el mensaje que le enviaba a las mujeres en todo el país”.
Después de su interacción, el cual fue transmitido en vivo por CNN y visto alrededor del mundo, Flake y el senador demócrata Chris Coons retrasaron el proceso de confirmación al pedirle al líder republicano una investigación del FBI de las alegación de Blasey Ford.
Ese reporte se completó el miércoles y senadores tuvieron la oportunidad de leerlo el jueves.
El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, atacó a la multitud de mujeres enojadas que se oponían a Kavanaugh.
“¿Podemos estar asustados de todas estas personas en los pasillos, acercándose a miembros en los aeropuertos, en sus casas? ¿tratando de intimidar al Senador para derrotar a un buen hombre? ¿vamos a permitir que esto ocurra?¿en ese país?”, afirmó el jueves.
Aunque es probable que Kavanaugh llegue a la Corte Suprema, Traister y Archila afirman que este episodio puede ayudar a cambiar la dinámica de poder entre hombres y mujeres en Washington.
“Usualmente no estamos solas, y conectarse y ser curiosas sobre la rabia de otras mujeres, quizás sobre las mismas cosas, es uno de los caminos hacia adelante”, afirma Traister.