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Argentina termina abucheada


Messi no tuvo una noche fina. Se vio perdido y sin ideas en la mitad del terreno de juego. Al final terminó abucheado, al igual que el resto de su equipo, al igualar sin goles con Colombia.
Messi no tuvo una noche fina. Se vio perdido y sin ideas en la mitad del terreno de juego. Al final terminó abucheado, al igual que el resto de su equipo, al igualar sin goles con Colombia.

Lo que todavía mantiene a la albiceleste con una mínima esperanza en Copa América fue la inefectividad de los atacantes colombianos.

Bolivia terminó pidiendo la hora en el valioso empate que sacó ante Argentina en su debut, la semana pasada. Contra Colombia ocurrió lo contrario.

Argentina simplemente quería poner punto y final a un partido que Colombia no ganó porque no quiso. Es la única explicación lógica a tener el balón frente a la meta rival completamente vacía, y patearla afuera.

Argentina necesitaba ganar, y su público creyó en sus jugadores. Al menos hasta la primera mitad. En la segunda parte Colombia supo jugar con la desesperación de Argentina que, al no encontrar los caminos para vulnerar las dos líneas de cuatro hombres de su rival, entró en la confusión y Messi, el mejor jugador del mundo, quedó perdido en el medio de un mar de piernas colombianas, sin saber qué hacer.

Los jugadores de Sergio Batista fueron despedidos del estadio Brigadier Estanislao López por una ensordecedora silbatina e insultos. Abucheados y desconcertados a la espera de que ocurra un milagro en la última tanda de la fase de grupos, de lo contrario, se despedirán de la Copa América de la que son sede.

Ni jugar con tres atacantes, Lionel Messi, Carlos Tevez y Ezequiel Lavezzi, ni los disparos de Javier Mascherano, el único peligro que llevó Argentina a la meta colombiana, ni los gritos de su técnico, lograron despertar a una selección que se mira más nerviosa que nunca.

Los silbidos del público sacaron a la luz la falta de ideas de su equipo que recibió casi como un premio el empate y como castigo el descontento de su afición que pierde con cada partido la esperanza de celebrar.

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