Natalia Elizabeth Cordero, inició su sueño de salir de su natal El Salvador, a estudiar diseño de interiores. Su papá, un padre soltero, la ayudó económicamente buscando procurarle un mejor futuro. El resto fue trabajo de Naty: iniciar el proceso en el City College de San Francisco, cumplir los requisitos relacionados con el proceso de aplicación, entre ellos el promedio de notas.
Con mucho sacrificio de toda la familia, el sueño se hizo realidad; pero lo que ni ella ni nadie pudo prever era el hecho de que la COVID-19 acabara tornando su experiencia en algo parecido a una pesadilla.
Natalia forma parte de los estudiantes extranjeros que han quedado en el limbo, varados en otros países porque los suyos continúan con las fronteras cerradas y sin recibir clases porque el semestre concluyó y las lecciones presenciales de primavera fueron canceladas.
Tomando como ejemplo su país, El Salvador, según datos del Gobierno salvadoreño cerca de 4.800 de sus ciudadanos están varados en alrededor de 60 países del mundo, sin poder regresar debido al cierre del aeropuerto Óscar Arnulfo Romero, el pasado 18 de marzo, como medida de prevención contra el COVID-19.
Natalia comparte que su experiencia fuera no es tan traumática como la de otros de sus compañeros, pero se confiesa angustiada.
La diferencia en el caso de Natalia radica en que ella no estaba viviendo en una residencia universitaria, sino quedándose con un tía; sin embargo, tanto ella como su padre han tenido que ajustar el presupuesto debido a la situación.
“Desde que todo esto comenzó —explica— hemos tomado medidas para reducir los gastos”, algo que reconoce ha sido extremadamente duro porque todo ha subido de precio, desde la comida hasta los servicios básicos.
“Sé que a futuro la manutención y el colegio serán más caros, también sé que si estuviera en mi país el costo sería menos, esta situación afecta a mi padre que también trabaja allá en el sector salud”.
Toda la situación le generó estrés e incertidumbre a esta joven. Asegura que tras casi dos meses de cuarentena, se ha impuesto un ritmo para mantenerse en sus cabales, porque la experiencia es intensa.
“Asimilar lo que esta situación representa a nivel mundial y quedarse en un país que no es el tuyo es algo muy difícil. Te sentís afligida por las personas que están en tu país, porque quisieras estar con ellos y apoyarlos”, lamenta Natalia.
Los nuevos costos para estudiantes internacionales
“Las calamidades cuando vienen, nunca vienen solas”, es algo que Natalia ha comprobado en medio de esta pandemia. Cuando recién empezaba a resignarse a la idea de que quizá en lo que queda del año no podrá abrazar a sus seres queridos en El Salvador, le llegó una carta del San Francisco City College donde le detallaban que habría un aumento en sus gastos para inscribirse de cara al siguiente semestre.
De acuerdo con la misiva, el incremento fue aprobado en la reunión de la junta directiva de 2020 y se aplica a las cuotas de enseñanza efectivas a partir del verano de 2020. El documento les aclara que las cuotas son evaluadas cada 3 años para reflejar el aumento del costo de vida y de las tasas de educación.
Si esta chica salvadoreña quiere continuar sus estudios en Estados Unidos, deberá pagar casi 1.000 dólares más, inicialmente pagaba solo de matricula 3.485 dólares y ahora para inscribir su semestre serán 4.128 dólares.
Ella reconoce que, a pesar de que en la carta se les decía que era un reajuste periódico, no le cabe duda de que se debe a que hubo una alta deserción de estudiantes.
El dato es respaldado por la Asociación Nacional de Estudiantes Extranjeros (NAFSA) que recién la semana pasada reveló un estudio realizado en las primeras semanas de abril, donde detalla que la disminución prevista de la matrícula de estudiantes internacionales para el otoño de 2020 hará que las universidades de Estados Unidos pierdan por lo menos 4.500 millones de dólares.
Esther D. Brimmer, directora general de NAFSA, por medio de un comunicado de prensa afirmó que “las restricciones de viaje, los retrasos en los visados y la inestabilidad económica en todo el mundo, el COVID-19 han sido increíblemente perjudiciales en el campo de la educación internacional”.
Además el Instituto de Educación Internacional (IIE) ha sugerido que casi el 90% de las universidades estadounidenses anticiparon que la inscripción de estudiantes internacionales disminuiría en el próximo año escolar.
Otros salvadoreños por el mundo
Pero el caso de Natalia no es el único. Otros salvadoreños se han quedado varados en países como China y Argentina, entre otros, como es el caso de Guillermo Sánchez, un estudiante de aviación en el Centro de Formación y Capacitación de Pilotos Pro-Flight en Argentina.
Al igual que Natalia, para Guillermo la situación “ha sido una experiencia no muy grata e inimaginable".
"Creo que ni yo, ni nadie en el mundo se esperaba que pasará esto, que pusieran pausa a muchos sueños y proyectos de muchas personas”, cuenta.
Los sentimientos de este joven son similares a los de su compatriota, Natalia: ansiedad y aflicción. “Hablo todos los días con mis papás y con mi familia para saber cómo están y para que sepan cómo estoy yo”, relata.
Los padres de Sánchez no quieren que vuelva en este momento, ni aunque fuera posible, debido a las imposiciones que se viven en El Salvador.
Este joven y su familia siguen muy de cerca la situación con relación al manejo de la pandemia allá y se sienten inseguros ante lo que podría pasar si él volviera.
De retornar tendría que cumplir una cuarentena controlada de 30 días en centros de aislamiento y el temor a un contagio en estas instalaciones es patente.
Por ahora, este futuro piloto asegura que su trabajo es administrar bien el dinero de forma tal que le alcance para cubrir sus necesidades y, sobre todo, tener paciencia con el ritmo de enseñanza, porque al menos en su caso las clases online no son una opción a largo plazo debido a que su carrera es eminentemente práctica.
“Todo lo que aprendes en teoría tienes que salir a volar y ponerlo en práctica. Así que toca de ver la manera de cómo entender y esperar a que, primero Dios, podamos salir”, cuenta Sánchez.
Estos jóvenes salvadoreños lejos de casa saben que están librando su propia batalla interna, ellos pertenecen a la clase social que obtendrá por herencia únicamente sus estudios.
El dinero tiene un valor diferente al monetario para ellos, sus sueños dependen del tiempo y la constancia de su trabajo, sobre sus hombros pesan las esperanzas de sus familias.
El coronavirus sólo vino a sumar un obstáculo más en su camino en busca del legado profesional. Ambos coinciden en que en cuanto todo esto pase, deberán aprovechar al máximo la oportunidad de regresar a las aulas y completar su educación superior.