Cuando se cumplen dos meses del ascenso al poder del nuevo presidente de Irán, Ebrahim Raisi, la administración Biden hace frente a un nuevo desaTeherán y Caracas para intercambiar crudo pesado de PDVSA por condensado de la petrolera estatal persa NIOC.
En una reunión bilateral en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, los cancilleres de Venezuela e Irán confirmaron lo que era un secreto a voces: el fortalecimiento del comercio bilateral que incluye un contrato clave de seis meses de duración, por ahora, entre ambas petroleras, a pesar de las sanciones de Estados Unidos.
“Veremos más de estos intercambios o canjes entre Irán y Venezuela durante la administración de Raisi porque están más alineados con la escuela de pensamiento de [Alí] Jamenei, que es la resistencia contra los imperialistas. Y ésta es una forma perfecta de hacerlo y ven a Venezuela como su socio estratégico (…) y además ganan dinero’", dijo Farzin Nadimi, analista del Washington Institute.
Dicho y hecho, el pasado 27 de septiembre la agencia de noticias Reuters informaba de la llegada del primer cargamento de condensado iraní a Venezuela. Un total de 2,1 millones de barriles a bordo del tanquero Dino I y que, según dijo el Departamento del Tesoro a Reuters, podrían contravenir las sanciones impuestas por Estados Unidos a ambos países.
Estas sanciones son rechazadas frontalmente Nicolás Maduro, quien en numerosas ocasiones ha insistido en el derecho de Venezuela a “comerciar libremente”.
¿Pero, quién gana y quiné pierde con este acuerdo de trueque? De acuerdo con expertos, el plan de canje de seis meses de duración serviría para aumentar la producción de la estatal venezolana en momentos en que el país sudamericano busca reavivar sus exportaciones.
“Al haber diluente, en teoría, ellos podrían subir la producción y de hecho yo estimo que va a subir unos 50.000 barriles. Pero no va a ser más porque hay otras limitaciones que son las que no tienen taladros perforando, hay vandalismo, hay problemas eléctricos”, explica Juan Szabo, expresidente de Exploración y Producción de PDVSA.
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Sin embargo, con una producción de 641.000 barriles diarios en el mes de agosto, según datos de la OPEP, PDVSA estaría lejos de alcanzar los 1,3 millones de barriles fijados por el ministro de petróleos Tareck el Aissami para finales de este año.
Este objetivo que, aunque lejano, podría estar cada vez más cerca tras la entrada en funcionamiento en los últimos meses de las refinerías de Puerto la Cruz y El Palito, tras meses paralizadas y años de falta de inversión.
“Si la producción se puede subir bastante en Venezuela, entonces es un negocio muy bueno para Venezuela. Pero si la producción no sube suficiente entonces la verdad Venezuela termina con menos ingresos que los que tenía antes porque 3,3 millones de barriles no reciben pago debido a que van en trueque”, dijo Szabo en entrevista con la Voz de América.
Y es que según el contrato entre NIOC y PDVSA, la estatal venezolana se habría comprometido al envío de 3,3 millones de barriles mensuales por cada cargamento de dos millones de condensado persa. Un acuerdo que a priori podría salir rentable para Maduro, siempre y cuando la administración Biden-Harris permita la entrada de los tanqueros de la República Islámica, afirman expertos.
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