El gobierno de Nicolás Maduro ha hallado con Irán una “alternativa” energética para satisfacer su sector petrolero, mientras Estados Unidos reacciona con pragmatismo para reavivar un diálogo que lleve a Venezuela a aliarse de nuevo con empresas occidentales, aseguran analistas.
Caracas ha firmado con Teherán un acuerdo equivalente a 116 millones de dólares, pagaderos en euros, para que técnicos de la estatal Compañía Nacional de Refinación y Distribución de Petróleo de Irán (NIORDC) realicen reparaciones y ampliaciones de una de sus principales refinerías, El Palito.
También, se prevé que sellen un pacto para operaciones similares en el Complejo Refinador de Paraguaná, uno de los más grandes del mundo, pero que funciona a cerca de 17% de su capacidad de 955.000 barriles por día.
Orlando Ochoa, doctor en economía de la Universidad de Oxford, subraya que el gobierno de Maduro construye “acuerdos de entendimiento de menor escala” con Irán a la par de las “dificultades” del diálogo de México, que abriría las puertas de avances democráticos y mejores pactos petroleros con occidente.
Irán también suministra a Venezuela productos condensados desde el año pasado para “movilizar” el crudo extrapesado de la Faja del Orinoco, mejorar las mezclas y producir gasolina y diésel para su mercado interno, explica.
El país suramericano también comenzó a recibir decenas de miles de barriles de crudo de Irán, conocido como iranian heavy, y de características similares al crudo ligero, que ayudaría a las necesidades de las refinerías de Venezuela, dice.
El apoyo de Irán a Venezuela le da “un piso” para mantener su producción de petróleo ligeramente por encima de los 700.000 barriles al día, comenta Ochoa, quien forma parte del Grupo Experto Venezuela del Instituto para las Transiciones Integrales (IFIT, por sus siglas en inglés).
“Esto no cambia las perspectivas de recuperación de Venezuela en grandes dimensiones, pero sí da un piso para mantener operaciones actuales, mejorar el suministro nacional y mantener las exportaciones sobre 600.000 barriles por día y subir un poco más, quizás”, indica Ochoa a la Voz de América.
Esos acuerdos entre Venezuela e Irán no pasan desapercibidos en la Casa Blanca, reconoce. “Es una relación geopolítica entre dos países que han tenido confrontaciones con Estados Unidos y ambos están en conversaciones para mejorar las relaciones con ese país”, acota el especialista petrolero.
La administración del presidente Joe Biden anunció la flexibilización de algunas sanciones petroleras como gesto para que Maduro regrese al proceso de negociaciones políticas de México, mientras que tanto Washington como Teherán han dicho que esperan cerrar “pronto” un nuevo acuerdo nuclear.
“No le van a poner peros”
La Casa Blanca no ha reaccionado oficialmente a los acuerdos entre Irán y Venezuela. Estados Unidos podría interpretar esos pactos como violaciones a las sanciones impuestas a ambos países o pudiera “dejarlos pasar” como parte de una relación bilateral entre dos Estados soberanos, evalúa Antonio De La Cruz, economista petrolero y director del centro Inter American Trends.
Washington se "ha hecho de la vista gorda" del envío de productos condensados desde Irán para mejorar la producción de crudo de la Faja del Orinoco, remarca.
De La Cruz anticipa que la administración Biden “no entorpecería” la relación comercial de reparaciones en refinerías venezolanas, pues puede interpretarla como un aliviamiento de la escasez interna de gasolina en el país suramericano.
El conflicto en Ucrania, el veto energético a Rusia, la alta inflación y las venideras elecciones de medio término en Estados Unidos son suficientes razones para que la Casa Blanca no dé mayor relevancia al asunto, dice.
“No le van a poner peros. Van a dejar que eso corra, porque se ve desde Estados Unidos más como una solución interna [a la falta de gasolina] que como una solución geopolítica externa”, asegura en entrevista con la VOA.
Un eventual aumento de la refinación de gasolina, diésel y combustible de avión en Venezuela gracias a la ayuda de Irán también podría ser útil a Maduro para que eleve su influencia energética en América Latina y el Caribe, advierte.
Las sanciones a Rusia por su invasión a Ucrania configuran un escenario inminente de alta competitividad en el mercado energético de Asia, por lo que Venezuela “va a tener dificultades” de distribuir crudo en esa zona, valora.
Ello da razones tanto a Venezuela como a Estados Unidos para recomponer sus relaciones en medio de diálogos, avances democráticos y nuevos acuerdos, estima De La Cruz. Ese escenario ideal incluiría la reactivación de operaciones de empresas del mundo occidental, como Chevron y Repsol.
“Venezuela estaría dejando a las empresas occidentales el aumento de producción [de crudo y gas], si se alivian las sanciones. Ese sería el mejor escenario posible”, apunta.
Avances en pocos días
Ochoa, por su parte, interpreta que Maduro considera que ha dado suficientes concesiones políticas como para lograr, al menos, regresar a las condiciones previas a las sanciones de abril de 2020. Eso supondría que compañías como Chevron, Eni o Repsol puedan operar en el sector petrolero venezolano.
El experto observa, empero, que los diálogos sobre Venezuela han privilegiado más el tema político que el económico, que, a su juicio, es más imperativo.
“Las mejoras socioeconómicas deberían ser un tema para hablar de una agenda común. Las conversaciones deberían comenzar con temas económicos y sociales y avanzar con el tema político luego de entrar en confianza. Hablar de un simple cronograma electoral no construye la confianza necesaria para hablar de eso”, dice, en referencia a flexibilización de sanciones o acuerdos económicos.
De La Cruz, por su lado, estima que un golpe de timón en las relaciones energéticas entre Venezuela y Estados Unidos sería solo “cuestión de días” si Caracas demostrara con señales claras su voluntad de negociar, como el retiro de las inhabilitaciones políticas o la liberación de presos políticos.
“Esto, hoy, depende más de Maduro que de la oposición y de los Estados Unidos”, concluye.
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