Richard Blanco bromea diciendo que él es "hecho en Cuba, ensamblado en España e importado a Estados Unidos”, una mezcla de identidades que, a su vez, refleja la diversidad cultural que hay en Estados Unidos.
En 1968, su madre salió de Cuba embarazada de siete meses rumbo a Madrid, España, donde dio luz a Blanco. Pero lejos de establecerse en la “Madre Patria”, a los 45 días de haber nacido, su familia y él emigraron a Miami, Florida, para iniciar una nueva vida en busca de nuevas oportunidades en Estados Unidos.
Lazos con Cuba
A pesar de no haber vivido nunca en Cuba, admite que siente grandes lazos con el país y lo atribuye a la influencia de sus padres que, desde muy pequeño, le explicaron cómo era la vida en la isla caribeña. Su madre había sido una cajera en un banco y su padre un comerciante literario.
Así que todos los recuerdos que tiene de Cuba de su infancia y juventud los aprendió a través de los relatos que sus seres queridos le contaron y también de lo que leía en los libros. “Mis memorias de Cuba son los cuentos, las fotos, las cartas que hablan de la familia de Cuba, pero sé que esas son las memorias de mis padres”, explica Blanco durante una entrevista con la Voz de América.
No fue hasta 1994, cuando tenía 26 años, que pisó por primera vez Cuba. Eso le permitió conocer más en profundidad la isla caribeña y estrechar lazos culturales con el objetivo de poder escribir los poemas sobre el país con el que tanto se identifica. “Siempre digo que la poesía misma fue la que me llevó a Cuba, a la Cuba de mis padres, y es por eso que intento ir cada cinco o seis años, porque es una experiencia muy bonita e interesante, y porque es una gran inspiración para mí”, comenta el poeta.
Poder “ver la casita donde vivía mi abuela, caminar por las mismas calles que caminó mi papá o ver la central azucarera en la que trabajó mi abuelo, que por supuesto no era la Cuba que dejaron en 1967”, le dio la oportunidad de conocer en primera persona cómo fueron sus vidas y entender también algunas de las tradiciones que habían mantenido a lo largo del tiempo.
“Me enamoré de Cuba y quería saber todo de ese país. Y he tratado de mantener una relación con la isla, aunque es muy difícil”, explica, aludiendo a las dificultades que hay en el país por la grave crisis política, social y económica que se ha agudizado en los últimos años.
Escogido por Obama
Su nombre, a pesar de ser habitual entre los círculos literarios, prácticamente era desconocido entre el gran público. Pero todo cambió en 2013, cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, lo invitó al acto de investidura de su segundo mandato para pronunciar el poemario “City of a Hundred Fires”.
“La verdad es que no sé muy bien cómo me llega esa invitación porque nunca le he preguntado al presidente, pero prefiero seguir pensando en mi versión romántica: que su esposa (Michelle Obama) estaba en casa, en su biblioteca, leyendo mis poemas y se enamoró de mis poemas”, cuenta Blanco entre risas.
De lo que sí está convencido es de que el expresidente Obama lo escogió personalmente porque él era un ejemplo de la diversidad cultural que hay en Estados Unidos. Eso se reflejaba, de alguna manera, en su trabajo literario, pero también con el trasfondo de los problemas de identidad que muchos migrantes tienen en este país. “Esas búsquedas, esas preguntas que te haces: '¿Soy o no estadounidense?' Y creo que ese es el tipo de conversación que nos acabó uniendo”, dice el poeta, al que le pusieron de nombre Richard por el expresidente Richard M. Nixon, el favorito de su padre por la postura que adoptó contra Fidel Castro.
Los problemas de identidad de los migrantes
En un principio “pensaba que lo que era ser estadounidense era lo que veía en la televisión, en los anuncios de las comidas, como el pavo que nunca comíamos en el Día de Acción de Gracias”, dijo, pero sus conflictos identitarios ya habían surgido mucho antes, cuando se inició en la poesía y quería abordar aspectos culturales de los países con los que se identificaba.
En ese entonces, cuando tuvo que escribir para el presidente Obama, tenía 44 años y aún se hacía esa pregunta: “¿Amo a este país de verdad o este país me ama a mí?”.
Pero confiesa que no fue hasta que recibió el encargo de la Casa Blanca que se dio cuenta de todos los lazos que lo unían con este país. “Cuando la Casa Blanca me pidió que escribiera el poema, al fin me sentí estadounidense. O sea, me di cuenta de que este relato escrito por un hijo de inmigrante y gay también forma parte de esto. Todos somos parte de eso”, cuenta recordando que cuando leyó el poema durante la investidura, “miles y miles de personas, muchos latinos, me escribieron, diciendo que al fin también se sentían que formaban parte de este país”.
Y así fue como, gracias a la poesía, pudo mandar un contundente mensaje a los migrantes que, cómo él, compartían lazos culturales con EEUU, el país que los acogió, pero también con sus respectivos países de procedencia, con los que muchos siguen manteniendo relaciones y tradiciones.
“Cuando empecé a escribir poesía, siempre quise que fuera algo más que llegara al público y creo que eso que hice fue lo que marcó la diferencia, al menos entre los migrantes latinos”, dice el artista.
Su misión: llevar la poesía a las escuelas
Por ahora, Blanco asegura que su foco está puesto en la educación y el aprendizaje de la poesía en las escuelas. “Me interesa mucho la educación y en cómo enseñan la poesía en las escuelas”, comenta, recordando que él nunca pudo "entender la poesía porque nunca me la enseñaron”.
Blanco fue nombrado en 2015 embajador de la Academia de Poetas Americanos con la misión de trabajar con maestros y estudiantes para buscar nuevas fórmulas de enseñar poesía en las escuelas del país. “Que no sea de la misma forma de siempre, en la que los jóvenes leen un poema y luego les preguntan qué quiere decir. Quiero que entiendan la poesía, por supuesto, pero quiero que se sientan motivados, que no le tengan miedo”, recalca.
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